Cesta de la compra

{{#if has_items}}
{{#each line_items}}
{{ full_title }}
{{ quantity }}
{{{ subtotal_human }}}
{{/each}}
Subtotal {{{ subtotal_human }}}
{{#if coupon_name}}
Cupón de descuento {{ coupon_name }} - {{{ coupon_discount_human }}} x
{{/if}} {{#if donation}}
Donación {{{ donation_human }}}
{{/if}}
{{#if shipping_handling_left_for_free}}
(Te quedan {{{ shipping_handling_left_for_free }}} para que el envío sea gratis)
{{/if}}
{{#if tx_okstock}} Envíos en 72h. {{/if}} {{#if delivery_date}} El pedido te llegará el {{ delivery_date_human }} {{/if}}
Total {{{ total_ceafa }}}
{{else}}
Actualmente no tienes nada en la cesta de la compra. Ir a la tienda.
{{/if}}

«La soledad de los ancianos es impactante»

Los voluntarios son el pilar que sostiene la labor diaria de la fundación Hurkoa

La asociación, que cumple un cuarto de siglo, se ocupa de la atención y la tutela de ancianos y personas en peligro de exclusión

Son amas de casa, ingenieros, estudiantes o jubilados. Todos ellos componen la columna vertebral de la Fundación Hurkoa, creada por Cáritas Diocesana de San Sebastián hace 25 años y que se ocupa de la atención, defensa y tutela de ancianos y personas en riesgo de exclusión, principalmente en Gipuzkoa. Sin su complicidad, calor y empatía sería imposible dar cobertura a las actividades que prestan desde la asociación. Acompañan a las personas tuteladas a dar un paseo por el centro de San Sebastián, les dan un poco de conversación, incluso hacen de recaderos. Los voluntarios de Hurkoa son el alma de la fundación.

Evelia Cantera: «Hurkoa ha evolucionado gracias a los voluntarios»

LAS CIFRAS

170 son los voluntarios con los que cuenta hoy en día la fundación Hurkoa, aunque les gustaría poder aumentar el número.

134 son las mujeres voluntarias, un 78,82%. Mientras que los hombres son 36, un 21,18% del total de cooperantes.

Misión

Incapacitadas: La Fundación Hurkoa ejerce la tutela del colectivo más indefenso y vulnerable, aquellas personas incapacitadas por un juez que por diversas causas no cuentan con la posibilidad de una tutela familiar. Ampara a cerca de 322 guipuzcoanos incapacitados y sin familia.

Apoyo. La fundación, además, no solo atiende a personas declaradas incapaces, también da apoyo a las familias a lo largo del procedimiento de incapacitación y en el ejercicio de tutela, y ha ampliado su protección a aquellas personas que, sin ser incapaces, necesitan de apoyos para su vida personal.

Es la esencia del voluntariado de Hurkoa. Sin su esfuerzo nada de lo que ha conseguido hasta ahora la fundación hubiera visto la luz. En 1980 comenzó a colaborar con Cáritas. Un año más tarde consiguió abrir el primer centro de día, que comenzó a funcionar solo con voluntarios. Ahora ya son 170 los voluntarios que ofrecen su ayuda desinteresada a las personas tuteladas. Cantera fue una de las propulsoras del nacimiento de la fundación hace ya un cuarto de siglo. «Hurkoa ha nacido con voluntarios, se ha creado con ellos y ha evolucionado con ellos», dice. Ya que, según explica, «con el personal contratado que tenemos en la fundación sería imposible llegar a todos los tutelados». Por ello quiere poner en valor el «trabajo que cada día hacen los voluntarios».

Su empeño es que las personas tuteladas por Hurkoa sientan que fuera hay alguien que les quiere y se preocupa por ellos. «Todas las personas necesitan ser importantes para alguien», hace hincapié Cantera, quien incide especialmente en las personas mayores que viven en residencias, quienes agradecen especialmente las visitas «de las personas que van a estar con ellos, dándoles un trato personal». Cantera coordina con rigurosidad y cariño a todos los voluntarios para que atiendan al mayor número posible de tutelados.

Marina Padrones: «Estamos disponibles a cualquier hora»

«Suelo acompañarles a la compra, al médico, incluso en las últimas elecciones llevé a una mujer a votar». De este modo tan simple explica Marina Padrones la labor que realiza como voluntaria en Hurkoa. Desde que se jubiló de su trabajo como enfermera en Policlínica Gipuzkoa, Padrones ha puesto todos sus esfuerzos en mejorar la calidad de vida de las personas tuteladas en las residencias de San Sebastián. Uno de los momentos que más le gusta es cuando «bajo al centro de Donostia con una señora. Nos sentamos en una cafetería y toma un pintxo con una copa de cava. Lo único que me dice cuando acaba es 'qué feliz soy'».

Padrones también es la responsable de un nuevo proyecto que acaba de echar a andar en Hurkoa. Con él pretenden dar cobertura a todas las personas tuteladas que se encuentran hospitalizadas en algún centro sanitario. «El responsable de la asociación nos llama a los voluntarios para que hagamos compañía a los enfermos». Esta cooperante coordina el grupo de estos diez voluntarios que acuden a los hospitales para acompañar al enfermo y conseguir que la estancia sea algo más llevadera. En cuanto suena su teléfono, Padrones se pone manos a la obra para que alguien acuda al hospital «a cualquier hora del día», se congratula.

Padrones no tiene más que buenas palabras a la hora de hacer un balance de lo que ha supuesto su trabajo en Hurkoa: «La mayoría de experiencias que he vivido son positivas. La gente es muy agradecida. Es verdad que algunos tienen un carácter más áspero, pero se hacen querer y te agradecen el trabajo que haces». Padrones también explica que hay quien se vuelca desde el principio con los voluntarios. «Hay que respetar el ritmo de cada uno y acompañarles en el camino, debemos ayudarles. Pero siempre cuándo y como ellos quieran», indica.

María Jesús Iparragirre: «Nosotros damos mucho pero ellos aún más»

María Jesús Iparragirre trabajó durante veinte años en Barcelona. Cuando le llegó el momento de jubilarse no tardó mucho tiempo en volver a su Donostia natal y zambullirse de lleno en labores de voluntariado. Sus comienzos en Hurkoa fueron en la residencia Berra, donde le tocó acompañar «a una señora que estaba muy sola. Incluso bajábamos a Pasaia para ver si encontrábamos al hijo. Hemos hecho de todo».

Cuando su trabajo en la residencia de Berra finalizó, Iparragirre comenzó a colaborar en Sanitas. «Aquí hago la labor de estar con las ancianas charlando, paseando por el jardín, y también el de acompañarles al médico».

Para Iparragirre su función en Hurkoa ya es una parte esencial de su vida, que la enriquece: «Damos mucho nosotras, pero ellos mucho más. El día que he estado en la residencia, por la noche duermo bien. Cuando una tarde haces algo te quedas muy bien. Es muy gratificante», reconoce.

Y esa gratitud con la que le corresponden los tutelados es lo que más satisfacción le proporciona: «La mayoría de ellos son muy agradecidos. Ves que necesitan cariño. Y si les das un poco, ellos te devuelven mucho más».

Vicente Martínez: «Te das cuenta de que tus problemas no son nada»

Vicente Martínez nació en Chile. Su primer viaje a San Sebastián lo realizó el año 1985 para sacar adelante su doctorado en Ingeniería. Tras varios viajes a tierras guipuzcoanas, en 2002 decidió instalarse definitivamente en el territorio. Es un hombre tremendamente implicado con la labor social, por ello hace dos años dio el paso de comenzar a colaborar en Hurkoa: «Hago un trabajo de acompañamiento con Paulina, una abuela de 89 años que tiene un cierto grado de alzheimer».

El voluntariado supone un bálsamo para el estrés del día a día que le supone el trabajo a Vicente Martínez: «Es tremendamente gratificante, uno va con toda la tensión y preocupación del trabajo, que parece que es un mar de problemas. Cuando llegas allí te das cuenta de que lo tuyo no es nada en comparación con esa soledad, que a mí es lo que más me impacta de los ancianos».

Su función no se centra solo en acompañar y dar un poco de conversación a Paulina. Cada vez que Vicente llega a la residencia de Andoain se hace un corrillo en el que todos quieren tomar parte: «Cuando estoy conversando con ella, las señoras se meten por medio porque también quieren participar en la conversación. A ella esto le pone muy nerviosa».

Si la labor que realizan estos voluntarios es importante, la fuerza con la que vienen las nuevas generaciones no lo es menos. Enseñarles cómo se tienen que comportar y cuidar a los mayores es lo que les enseña Vicente. «Hago de maestro de otros voluntarios, para que aprendan cómo es el trabajo del voluntario y de qué manera tratar de forma adecuada a los tutelados. Los jóvenes pueden entrar siempre que haya voluntarios mayores que les puedan enseñar», subraya Martínez.

Kontxi Olaizola: «Me da pena ver cómo se pierden las facultades»


El tiempo libre fue el detonante para que Kontxi Olaizola se decidiese a prestar sus servicios como voluntaria: «En un momento dado de mi vida tenía bastante tiempo y acudí a Cáritas para ver qué podía hacer». Por sus características y su empeño no dudaron en que Hurkoa sería el lugar ideal para ella: «Desde hace varios años colaboro en la Cruz Roja y voy a Berio. También he solido ir al Sendategi de Usurbil». Su labor es el de hacer de enlace entre la fundación y las personas tuteladas, una especie de puente entre las dos orillas. «Suelo llevar el dinero para que se puedan pagar sus pequeños vicios», dice.

No todo ha sido gratificante en su etapa en Hurkoa, ya que en más de una ocasión lo ha pasado mal: «Varias veces he tropezado con gente que me preguntaba para qué iba allí y por qué razón tenía que controlar su dinero». A diferencia de sus compañeras, a Olaizola le es mucho más complicado crear vínculos con sus tutelados, ya que la mayoría están de paso en la Cruz Roja: «He conocido a muchos. No he podido crear vínculos con ellos porque para cuando lo logro ya se han ido». Ver el deterioro de las capacidades de estas personas sume en la tristeza a Olaizola: «A mí me da pena ver a personas que han sido súper válidas en sus vidas profesionales y comprobar cómo pierden la cabeza y sus facultades. Me da mucha tristeza».

Nekane Amiano: «Una señora me regaló el primer cuadro que pintó»

«Llevo siete años en Hurkoa y desde el principio en la misma residencia de Errenteria visitando a los residentes». Nekane Amiano es otra de los guipuzcoanos comprometidos de lleno con los tutelados de la fundación. Amiano subraya que acompañar en los momentos difíciles, escuchar y dar conversación a los tutelados es una labor en la que encuentra muchas compensaciones. «Por ejemplo, una señora aprendió a pintar, y su primer cuadro me lo regaló a mí. Un dibujo de un cesto de flores. Fue una cosa verdaderamente emocionante». Amiano se ha implicado tanto con esta señora que cada semana le proporciona noticias de su pueblo: «Intento llevarle noticias de su pueblo de Zamora. Es una mujer enferma pero muy inteligente».

Aunque hay personas mayores que reciben la visita de sus familiares, desgraciadamente también se dan casos contrarios en las residencias. «He oído frases como 'gracias por venir, si no estaría sola en el mundo'. Por eso cuando están ingresados les vamos a acompañar como un familiar más».

Fuente: diariovasco.com

Con la colaboración de