La enfermedad de Alzheimer (EA) es la primera causa de demencia mundial. Cada vez son más los esfuerzos para lograr una detección temprana del deterioro cognitivo y surgen en el panorama científico entidades diagnósticas como el deterioro cognitivo leve (DCL) y las quejas subjetivas de memoria (QSM). Debido a ello, aparecen numerosos biomarcadores estudiados para conseguir dicho objetivo, entre ellos la tomografía de coherencia óptica.
Un estudio ha utilizado la tomografía de coherencia óptica para medir el grosor macular y la capa de fibras nerviosas de la retina en pacientes diagnosticados de EA (n = 36), pacientes con DCL (n = 33), individuos con QSM (n = 24) y sujetos control (n = 45). Los investigadores han encontrado diferencias estadísticamente significativas en cuanto al grosor macular entre todos los grupos estudiados (QSM: 261,8 ± 25,88 µm; DCL: 259,19 ± 22,582 µm; EA leve: 258,53 ± 14,804 µm; EA moderada: 249,32 ± 18,467 µm) y sujetos control (271,96 ± 15,57 µm). Respecto a la capa de fibras nerviosas de la retina, ocurre de igual manera, y la diferencia es estadísticamente significativa frente al grupo control (94,51 ± 9,203 µm) de todos los grupos (QSM: 90,44 ± 9,059 µm; DCL: 89,4 ± 10,421 µm; EA leve: 87,12 ± 10,279 µm; EA moderada: 82,25 ± 10,636 µm).
Según los autores, la tomografía de coherencia óptica podría situarse como un futuro biomarcador y una herramienta de apoyo para facilitar el diagnóstico precoz del deterioro cognitivo y de la EA.
Fuente: neurologia.com