- ¿Puede un niño enfermo poner fin a sus días? Bélgica cree que sí. Este año estrenará la eutanasia en menores con el consentimiento de padres y médicos
- El debate del suicidio asistido revive en Europa. Holanda fue pionera en permitir la eutanasia desde los 12 años. Bélgica va más lejos. La quiere abrir ahora a niños aún más pequeños. Las protestas arrecian en el continente
La eutanasia va ganando poco a poco terreno en el corazón de la vieja Europa. Bélgica, que dio el visto bueno en 2002 a una ley que regula la asistencia a quienes eligen morir porque padecen una enfermedad incurable, está dando pasos para que esa posibilidad se extienda ahora a menores de edad que han entrado en su fase final. La iniciativa, que abre un capítulo inédito en la regulación del suicidio asistido, es producto del alto grado de consenso que el asunto suscita en la sociedad belga. Un 74% de la población apuesta por la ampliación de la medida a los niños, según una encuesta realizada por el periódico 'Le Libre Belgique'. En Holanda los chavales terminales mayores de 12 años pueden ya apagar sus vidas. Pero sus vecinos quieren ir más allá.
El Senado belga sancionó el pasado diciembre el proyecto para extender la eutanasia a los menores después de dos años de intensos debates. El promotor de la idea es el senador socialista Philippe Mahoux, cirujano de formación y artífice de la ley de 2002. Mahoux ha recordado que su trabajo ha consistido en dar un cauce legal a las inquietudes recopiladas entre pediatras y enfermeras que tienen que enfrentarse diariamente "al terrible sufrimiento de niños que padecen enfermedades que no se pueden aliviar. Lo que es violento -insiste el senador- no es hablar de practicar la eutanasia, sino el hecho de que haya críos con enfermedades incurables que sufren un dolor irremediable".
El texto prevé que un chaval pueda solicitar la eutanasia "si es capaz de discernir, tiene una enfermedad incurable y un sufrimiento imposible de suavizar". La ley no establece límites de edad aunque deja claro que el paciente, que ha de estar en fase terminal, deberá contar con el consentimiento de los padres y la supervisión de los equipos médicos que le tratan. El juicio sobre la capacidad de discernimiento del menor para tomar una decisión de esa naturaleza quedará al criterio de los doctores, asesorados por un psiquiatra infantil. "Hay niños que tienen una madurez impresionante después de vivir la experiencias de la enfermedad", razona Jacqueline Herremans, responsable de la Asociación por el Derecho a Morir Dignamente, que se congratula de que la nueva norma no fije límites de edad.
El proyecto salió adelante en el Senado con 50 votos a favor y 17 en contra. Los democristianos de la CdH, que son junto a la extrema derecha los únicos que se oponen a la iniciativa, argumentan que el texto quiebra el principio que anima la ley de eutanasia de 2002 al introducir otras voluntades más allá de la del enfermo a la hora de tomar la decisión. "La filosofía cambia desde el momento en que concurren personas suplementarias como los padres del menor, los pediatras e incluso los psiquiatras infantiles", observa Francis Delpérée, responsable de los democristianos, convencido de que el paciente puede verse mediatizado por sus opiniones. A su juicio, existen en la actualidad alternativas mejores como los cuidados paliativos o las sedaciones aceleradas.
Después, el alzhéimer
Una vez aprobada en el Senado, la nueva norma debe ser debatida en la Cámara de Representantes antes de su definitiva ratificación. Los socialistas, que gobiernan en coalición con los liberales, quieren que el proyecto sea aprobado antes de la primavera, fecha en la que las cámaras serán disueltas (las elecciones legislativas se celebrarán el próximo 25 de mayo).
Este debate ha suscitado una inusual expectación en Bélgica y muchas de las comparecencias protagonizadas por los expertos convocados para la ocasión han sido televisadas. Los testimonios de los especialistas han arrojado algo de luz sobre la magnitud de un drama que se vive en la intimidad de las familias y que difícilmente traspasa las paredes de los hospitales. Uno de ellos reveló que se estima que el 40% de los menores que fallecen por enfermedades incurables lo hacen después de que los médicos interrumpiesen de alguna forma el tratamiento que los mantenía con vida. La normativa, en definitiva, vendría a dar cobertura legal a una práctica que es relativamente común en el día a día hospitalario.
Desde que Bélgica despenalizó en 2002 la eutanasia, la cifra de pacientes que han recurrido a ella ha ido creciendo de forma sostenida. Según la Comisión Federal de Control y Evaluación de la Eutanasia, el organismo encargado de la supervisión, en 2012 se contabilizaron 1.432 casos, lo que representa, además de un récord, un crecimiento del 25% respecto al año anterior. Representa en términos porcentuales el 1% de los fallecimientos anuales.
La mayoría de los que solicitan acogerse al suicidio asistido son varones de entre 60 y 79 años con enfermedades incurables. Los requisitos hasta ahora eran que fuesen personas mayores de edad, en estado de lucidez y que cursasen la petición de forma voluntaria, reflexionada y sin presiones exteriores. La norma prevé que un segundo médico sea consultado antes de que se practique cualquier eutanasia, e incluso exige que se someta a una tercera opinión en aquellos casos en que los pacientes no tengan una enfermedad terminal.
Incluye, además, la posibilidad de realizar una declaración anticipada en la que el paciente deje constancia de su deseo a ser sometido a eutanasia si se produce una situación en la que no esté capacitado para solicitarla, caso de un estado de coma. La declaración tiene una vigencia de cinco años a partir de su formalización. Ese es precisamente el hilo al que se quieren acoger algunos legisladores para ampliar esta práctica a los casos de alzheimer, un supuesto que ya ha empezado a debatirse en el Senado pero sobre el que las posibilidades de consenso son aún bastante remotas.
El incremento de las solicitudes en Bélgica ha encendido las luces de alarma entre los detractores de la ley, que creen que la despenalización del suicidio asistido "ha abierto una caja de Pandora" de consecuencias insospechadas. Avalados por opiniones como la del exministro y filósofo francés Luc Ferry, los opositores recuerdan que la ley traslada la mayoría de las veces a los médicos la decisión de poner fin a la vida de sus pacientes porque estos últimos apenas tienen conciencia de lo que hacen. "La eutanasia está lejos de ser un asunto puramente individual porque la mayoría de las veces se coloca la carga de la responsabilidad sobre el médico y no sobre el paciente", argumentan. La asociación Eutanasia Stop, que ha recopilado cientos de miles de firmas, ha exigido además la paralización de la ampliación a los menores porque "pone en riesgo la integridad de los más débiles".
Fuente: elcorreo.com