“Los bajaba al parque y flexibilizábamos el cuerpo. Jugábamos, bailábamos, cantábamos. Había mucho contacto físico. Hacíamos preguntas y obteníamos respuestas. Indagamos en ellos y surgieron historias. Muchas veces les costaba expresarse. Y resulta que la gente con Alzheimer no pierde los recuerdos primigenios o los que les han impactado. Llevan historias que vuelven a repetir con la necesidad de expresar ese recuerdo. Son portadores de historias”.
Así se expresa Jerónimo Arenal, actor. Lleva gafas de montura marrón, una camisa azul y una barba rasa, bien cuidada. Está sentado sobre una silla, con la espalda apoyada en la pared de la biblioteca del centro internacional de investigación teatral TNT, en Sevilla.
“Me imaginaba un colectivo triste y me encontré lo contrario. Gente con mucha luz y con mucha curiosidad” continua. Arenal se emociona. Comparte su experiencia haciendo teatro con enfermos de Alzheimer con otros compañeros y con su jefe, el director de la compañía Atalaya (35 años en activo, premio nacional de teatro en 2008), Ricardo Iniesta.
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