El alzhéimer es una enfermedad neurodegenerativa, es decir, causada por una destrucción progresiva de las neuronas cerebrales. Una enfermedad que se corresponde con el tipo más común de demencia –constituye en torno al 60-70% de todos los casos de demencia, para un total de 30 millones de pacientes en todo el planeta– y para la que aún no hay ningún tratamiento capaz de frenar su progresión, menos aún de curarla. De ahí la importancia de evitar los factores de riesgo ambientales que, según los estudios, favorecen su aparición, caso del tabaquismo, de la deficiencia de vitamina D o de la exposición a la contaminación. Y asimismo, de un índice de masa corporal (IMC) tanto excesivo –o lo que es lo mismo, el sobrepeso y, sobre todo, la obesidad– como bajo. Y es que según las evidencias, las personas con bajo peso también tienen mayor riesgo de alzhéimer. Sin embargo, un nuevo estudio llevado a cabo por investigadores del Hospital Rigshospitalet en Copenhague (Dinamarca) demuestra que, en realidad, esto no es así.
Como explica Ruth Frikke-Schmidt, directora de esta investigación publicada en la revista «The Journal of Clinical Endocrinology and Metabolism», «si bien es cierto que algunos estudios previos habían encontrado una asociación entre la enfermedad de Alzheimer y un bajo IMC, nuestros hallazgos sugieren que esta relación no es causal. Así, esta asociación podría explicarse por el hecho de que los pacientes con alzhéimer son más proclives a presentar un bajo IMC debido a la pérdida de apetito y de peso durante las fases iniciales de la enfermedad».
Sin relación causal
El objetivo de la nueva investigación fue evaluar la posible relación entre la enfermedad de Alzheimer y un IMC bajo. Y para ello, los autores analizaron las muestras de sangre y de ADN de 95.578 adultos participantes en el ‘Estudio sobre la Población General de Copenhague’, de los que 645 acabaron desarrollando alzhéimer.
Concretamente, los autores analizaron el ADN de los participantes para detectar la presencia o ausencia de cinco variantes genéticas fuertemente asociadas con el IMC. Y en función del número de variantes genéticas encontradas –entre cinco y ninguna–, los participantes fueron divididos en cuatro grupos en función de su probabilidad genética de presentar un IMC bajo.Tener un bajo IMC a lo largo de la vida por causas genéticas no conlleva un incremento del riesgo de alzhéimerRuth Frikke-Schmidt
Los resultados mostraron que la presencia de variantes genéticas ligadas a un bajo IMC no se asociaron con un mayor riesgo de desarrollo de la enfermedad de Alzheimer. Entonces, estas variantes genéticas que condicionan nuestro IMC, ¿no tienen ninguna influencia sobre nuestra salud? Pues sí, cuando menos en el caso de aquellas que nos predisponen al exceso de peso. Y es que con objeto de comparar los resultados, los autores también evaluaron la posible influencia de las variantes genéticas asociadas a un IMC elevado sobre ciertas enfermedades. Y en este caso, tal y como cabría esperar, observaron una fuerte relación causal entre las variantes genéticas ligadas a un IMC elevado y la diabetes tipo 2.
Péptido beta-amiloide
En definitiva, parece que convivir a lo largo de toda la vida con un bajo peso corporal –que no así con un peso excesivo– no aumenta la probabilidad de desarrollar alzhéimer. Todo ello a pesar de que un estudio publicado por investigadores del mismo hospital sugiriera el pasado año que los IMC bajos se asocian a una mayor acumulación en el cerebro de péptido beta-amiloide –péptido cuya unión da lugar a la formación de las placas de beta-amiloide características de la enfermedad.
Como concluye Ruth Frikke-Schmidt, «en nuestro trabajo hemos encontrado que tener un bajo IMC a lo largo de la vida por causas genéticas no conlleva un incremento del riesgo de alzhéimer. Así, nuestros hallazgos refuerzan la gran importancia de evaluar la causalidad de un factor de riesgo antes de considerar el cambio de las recomendaciones de salud pública en base a simples datos observacionales».
Fuente: abc.es