Que los mayores ya no renieguen de las residencias. Que los centros especializados en la atención de ancianos sean espacios para vivir no para sobrevivir. Que la persona cambie de domicilio a una institución; pero siga controlando su existencia aunque ahora necesite acompañamiento para ello. Que no prime la resignación y la inflexibilidad de horarios y organización. Que los profesionales no roten y sean siempre los mismos para cada persona. Que la familia del mayor no sea un adversario que audita el servicio prestado sino un aliado. Que las puertas de la residencia estén siempre abiertas para los allegados. «Residencias a las que queremos ir», en las que no se acaba la vida, en las que no prevalece una fría atención profesional sino un acompañamiento humano. Ese es el nuevo modelo.
Los expertos defienden un modelo que se base en todo ello y la experiencia, los estudios científicos y evaluaciones lo avalan como el mejor presente y futuro para resolver una vejez que necesita apoyos pero también seguir contando. Así lo expuso ayer Pilar Rodríguez, presidenta de la Fundación Pilares y experta en gerontología, investigación social y planificación. Así es el modelo que persigue implantar la Consejería de Familia e Igualdad de Oportunidades en Castilla y León, que ha llegado ya a cien centros y que tiene por objetivo que alcance el millar que hay en la comunidad. Experiencias pilotos en residencias de todo tipo