Devolver la memoria a las personas que la han perdido como consecuencia del alzhéimer es un objetivo que hasta ahora se antojaba difícil. Pero tal vez estemos un paso más cerca, de acuerdo con una investigación publicada en “Science”.
Lo que ocurre en el cerebro cuando olvidamos es una cuestión que la neurociencia tienen pendiente. Si los recuerdos de sucesos pasados se borran o si por el contrario permanecen y únicamente se vuelven inaccesibles sigue siendo un misterio. Y el premio Nobel Susumu Tonegawa ha decidido poner algo de luz en este oscuro interrogante. Y lo de poner luz es literal, porque ha recurrido a una técnica reciente denominada optogenética, que permite activar y desactivar a voluntad mediante luz grupos de neuronas, en este caso, las que “guardan” un recuerdo.
Tonegawa, con su equipo, ha logrado demostrar que al menos en roedores con amnesia, los recuerdos no desaparecen sino que permanecen “dormidos”. Y lo que es más importante han logrado despertarlos en ratones en los que habían inducido una amnesia experimental.
Para probarlo, primero hicieron a los roedores temer una situación, después lograron que olvidaran esa mala experiencia y de nuevo consiguieron que la volvieran a recordarla. Los neurocientíficos han estado divididos durante décadas en dos bandos, los que pensaban que la amnesia, o incapacidad para recordar, está causada por una deficiencia en el almacenamiento de los recuerdos, y aquellos otros que sostenían que ese proceso se llevaba a cabo correctamente y en realidad lo que falla es la recuperación de esas viejas memorias, explica Tonegawa.
Recuperar el pasado
Y con su trabajo, el grupo del Nobel ha demostrado que los fragmentos del pasado que se han olvidado se pueden recuperar mediante la activación de “engramas” de memoria. Los engramas no son otra cosa que una serie de cambios bioquímicos y estructurales que se producen durante la formación de un recuerdo en los circuitos neuronales. Esos cambios afectan a las sinapsis, o conexiones entre las células, que modifican su “fuerza”, lo que permite recordar.
Estos resultados también proporcionan una nueva perspectiva sobre la consolidación de la memoria, es decir, el proceso por el que los recuerdos recién adquiridos se vuelven estables y accesibles a largo plazo. Y a la vez, sugieren los investigadores, avivan la esperanza de que la amnesia de las personas que padecen alzheimer pueda ser tratada, porque sus recuerdos no se habrían perdido, simplemente estaría inaccesibles. Aunque para esto habrá de pasar algún tiempo aún.
Para lograr ratones amnésicos, los roedores fueron primero entrenados para asociar un calambre leve en un pata con una jaula específica donde lo recibían. En respuesta, los ratones se quedan “paralizados” de miedo, un comportamiento típico que recibe el nombre de "congelación". Los ratones entrenados aprenden que esa jaula no es segura y responden quedándose inmóviles cuando están dentro, incluso sin descarga eléctrica. Este comportamiento indica que el recuerdo de esa situación estresante se ha creado.
Los investigadores observaron qué neuronas se activaban en su cerebro durante la formación de esa memoria del miedo y las marcaron genéticamente para permitir su visualización y reactivación.
La ventana del recuerdo
Investigaciones previas habían mostrado que para la consolidación de un recuerdo hay una ventana de tiempo que empieza inmediatamente después del aprendizaje. Si durante ese tiempo se impide la formación, o síntesis, de proteínas, entonces es imposible recordar.
Por eso trataron algunos ratones con anisomicina, que inhibe la síntesis de nuevas proteínas y evita que las conexiones entre las neuronas aumenten su fuerza, un proceso importante para la codificación de la memoria. Con ello lograron inducir amnesia retrógrada en los roedores. Otros ratones recibieron solución salina como control y su memoria no se vio afectada.
Como se esperaba, los ratones amnésicos olvidaron el calambre recibido y no mostraron la conducta típica de congelación cuando les introducían en la jaula.
Para comprobar si el recuerdo del calambre en la pata había desaparecido o se mantenía presente pero no era recuperable, los investigadores utilizaron la optogenética para activar selectivamente las neuronas que marcaron genéticamente con una proteína sensible a la luz azul, canalrodopsina, durante la formación del recuerdo en la jaula donde recibieron las descargas. Para evitar interferencias, activaron estas neuronas en una jaula diferente, y sorprendentemente, los ratones amnésicos tuvieron una respuesta de congelación semejante a los ratones de control, lo que indicaba que podían recordar el calambre gracias a la activación de las neuronas que lo "contenía"
"Nuestra conclusión es que en la amnesia retrógrada, los recuerdos del pasado no pueden ser borrados, sino que simplemente podrían estar inaccesibles. Estos resultados proporcionan una impactante visión de la naturaleza fugaz de los recuerdos, y estimularán la investigación futura sobre la biología de la memoria y su restauración en la práctica clínica", señala Tonegawa.
Fuente: abc.es