«Si existe el día del calcetín perdido, ¿por qué no existe ya el día del cuidador?». Esta es la reclamación que hacen las personas que a diario cuidan con devoción y abnegación a sus mayores dependientes, y que han hecho suya Lindor y la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (Segg): una jornada dedicada a reconocer ese inmenso esfuerzo a aquellos que dedican su vida a cuidar a sus familiares. «Los cuidadores son la correa de transmisión que mantiene a muchas personas atadas dignamente a la vida», expone el doctor Primitivo Ramos, coordinador médico-asistencial del Servicio Regional de Bienestar Social de la Consejería de Asuntos Sociales de la Comunidad de Madrid.
Las cifras justifican la propuesta. España es un país envejecido, que cuenta con casi ocho millones de personas mayores de 65 años, lo que representa un 17 por ciento de la población. Este porcentaje incluye un importante núcleo de población sobreenvejecida (5% con más de 84 años). «En esta sociedad, cada vez más longeva, aumentan de forma alarmante las personas que necesitan del soporte y de la ayuda de una persona, generalmente un familiar, que les asista. Los cuidadores son figuras fundamentales que, con su esfuerzo y dedicación a los mayores, renuncian en muchos casos a su ocio y tiempo libre», describe Ramos, también secretario de la Segg. «La sociedad debe volver la cara hacia esas personas. Debemos poner en valor la figura del cuidador. Tenemos la obligación moral de hacerlo», añade.
Las caídas, la incontinencia, el deterioro cognitivo, el insomnio y la inmovilidad... son solo algunos de los factores que hacen susceptibles a los mayores de precisar de la ayuda de esta figura que, en un 70 por ciento de los casos, es una persona no profesional, que generalmente pertenece al entorno familiar, (más del 50% es hijo y el 18% cónyuge) y que en su mayoría son mujeres de 45 a 64 años (aproximadamente el 70 por ciento de ellas es mayor de 60 años).
Este colectivo, prosigue José Antonio López Trigo, presidente de la Segg, «ayuda con su esfuerzo impagable a mejorar la calidad de vida de las personas que están cuidando, pero comete un grave error: esta responsabilidad, junto al enorme estrés que les provoca ver el deterioro físico y psíquico del ser querido, les genera una zozobra terrible que les puede llevar a sufrir elsíndrome del cuidador quemado y, por último, a claudicar», relata. Para que esto no ocurra, todos coinciden en señalar que es esencial «que se informe bien al cuidador, que se le forme, y que se le den las herramientas necesarias para el día a día».
Terapias psicólogicas
Grupos terapéuticos como los puestos en marcha por la Obra Social la Caixa, en colaboración con la Fundación Pascual Maragall, son buen ejemplo de ello. «Este tipo de iniciativas permiten restaurar, o mejor mantener elbienestar psicológico del cuidador en el proceso», explica Carmen Espejo, coordinadora del proyecto. «En estas sesiones de psicoterapia estas personas aprenden a aliviar sus emociones, y a encontrar estrategias que les permiten adaptarse de forma lo más saludable posible a una situación altamente estresante y que les provoca un gran desajuste emocional. Depresión, ansiedad... son los dos síntomas más frecuentes, y que los profesionales tenemos que evitar a toda costa», concluye esta especialista.