Las salas de la planta principal del centro terapéutico Ciudad Jardín se abren a los lados de un largo pasillo. Es martes por la mañana en este hogar de día de la Asociación de Familiares y Amigos de Enfermos de Alzhéimer y otras demencias (AFA), y varias de esas estancias están ocupadas por pequeños grupos de usuarios y por los profesionales que les orientan. Algunos mayores realizan ejercicios físicos con aros, otros reciben estimulación con pequeñas pelotas y en un tercer habitáculo es la hora del café. Pero el edificio respira vida. Cada minuto que pasa aleja un poco mas a este lugar de la pesadilla de un cierre de casi cuatro meses que vino de la mano del estallido de la pandemia.
“El viernes 13 de marzo de 2020 estaba entrevistando a una fisioterapeuta y la cité para empezar el lunes”, recuerda Manuel Figueruelo, el director del centro. El coronavirus se interpuso en los planes del responsable de AFA Zamora, que vio cómo aquel “tsunami” arrasaba con todo. Tocaba cerrar: “Nos fuimos para casa precipitadamente y empezamos a avisar a las familias y a llamar a todo el mundo. Fue un lío terrible”, recuerda. La plantilla al completo se fue al ERTE y los usuarios y sus familias iniciaron un confinamiento especialmente duro.
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