Cesta de la compra

{{#if has_items}}
{{#each line_items}}
{{ full_title }}
{{ quantity }}
{{{ subtotal_human }}}
{{/each}}
Subtotal {{{ subtotal_human }}}
{{#if coupon_name}}
Cupón de descuento {{ coupon_name }} - {{{ coupon_discount_human }}} x
{{/if}} {{#if donation}}
Donación {{{ donation_human }}}
{{/if}}
{{#if shipping_handling_left_for_free}}
(Te quedan {{{ shipping_handling_left_for_free }}} para que el envío sea gratis)
{{/if}}
{{#if tx_okstock}} Envíos en 72h. {{/if}} {{#if delivery_date}} El pedido te llegará el {{ delivery_date_human }} {{/if}}
Total {{{ total_ceafa }}}
{{else}}
Actualmente no tienes nada en la cesta de la compra. Ir a la tienda.
{{/if}}

Los estragos del mal de Alzheimer

María y Pilar hace tiempo que ya no son madre e hija. La enfermedad de Alzheimer las ha obligado a invertir los papeles que la vida reparte a priori.La primera, forzada por esta enfermedad que va apagando irremediablemente su cerebro, ha cedido su memoria, sus decisiones, gran parte de sus habilidades... su independencia. La segunda, empujada por el gran amor que siente hacia su progenitora, ha tomado las riendas para cuidarla, mimarla y atenderla hasta que «Dios quiera». Hace seis años que diagnosticaron a María H.N., 78 años, esta enfermedad neurodegenerativa, que no tiene cura, después de algún episodio violento y de repetir una y otra vez ciertas rutinas y comentarios, recuerda su hija de profesión Policía Nacional.

María es viuda y tiene otros dos hijos más (que quieren mantenerse en el anonimato), y antes se dedicaba a la costura. Vive con Pilar en su casita en el barrio de El Zardo. Aún reconoce a sus hijos, pero otros muchos detalles de su vida ya los perdió.

El mal de Alzheimer volvió a la primera linea informativa con el fallecimiento la pasada semana del ex presidente del Gobierno español, Adolfo Suárez, quien durante once años sufrió los estragos de la imparable perdida de memoria y de habilidades. María es una más de los 600.000 españoles aquejados de la enfermedad del olvido. Pilar ve «muchas similitudes» entre su madre y Suárez. «Me he visto reflejada en la evolución de la enfermedad y comparto con su hijo que hay que darles mucho amor porque ellos también te lo dan», asegura.

En el caso de Pilar,  los primeros síntomas de la enfermedad fueron «los habituales. Empezó a repetir cosas, frases, y le dio por hacer la misma comida todos los días: potaje de lentejas.Pero, realmente, la enfermedad se manifestó con un brote de agresividad tal, que no reconocí a mi madre», señala.

Entonces empezó el peregrinaje por los especialistas, que en principio decían que sufría «depresión», y después de varios meses, se logró el diagnóstico de la enfermedad de  Alzheimer y comenzaron a tratar sus síntomas, explica Pilar, quien sonríe constantemente cuando habla de su madre. Incluso, al preguntarle que ha supuesto para ella convertirse en cuidadora de su madre no abandona la sonrisa. «Es cierto que aparté mi vida social, mis hobbies para estar con ella:mi madre es el motor de vida, cada día es un nuevo día, una nueva lucha e intento disfrutarla todos los días, abrazándola y diciéndole te quiero», resalta.

Porque si hay un detalle que caracteriza a estos enfermos es que no olvidan sonreír, mientras pueden, a pesar de que no saben por qué lo hacen  aunque sí reconocen que deben hacerlo con aquellas personas de las que reciben mimos y cariños.  No cabe duda que es una de esas enfermedades que son casi más difíciles para los familiares que para el propio enfermo, que esta abocado a olvidar cada acto, cada palabra, cada recuerdo, afirma Pilar. «Es muy duro saber que cada vez va ir a peor, pero creo que es muy importante darle mucho cariño y un buen cuidado para que sean felices» apunta, para agregar que «no hay vuelta atrás y, al menos, hay que intentar que sean felices», añade.

costurera. Sin embargo, existe una habilidad que, por el momento el olvido no le ha robado: la costura.María fue costurera durante muchos años y aún recuerda todo lo relacionado con la ropa. «Aún plancha y cose y me aconseja sobre lo que me sienta bien o mal cuando salimos de compras». «Quizás será porque siempre fue y sigue siendo muy coqueta», apostilla Pilar.

María reconoce y sabe de su enfermedad, que en estos momentos se encuentra en una fase moderada, y conoce a sus tres hijos. Su hija cuenta que cuando escucharon en un informativo de televisión la muerte de Adolfo Suárez, le pregunto que si reconocía al hombre de la imagen y su madre le respondió: «claro, qué buen presidente fue, qué guapo y educado era». Entonces, Pilar le explicó que sufría de pérdida de memoria a lo que María no dudó en exclamar:«¡anda, pues ya somos dos¡». A los pocos segundos se sumió en el olvido y le preguntó a su hija, mientras señalaba a la tele:«¿quién murió?.  «Sólo fue un momento de lucidez», matiza.

En el Centro. María acude de lunes a viernes, de 08.00 a 17.00 horas, al centro Alzheimer Canarias desde enero de 2012 «Allí es donde se encuentra su segunda familia, su otra familia como dice mi madre. Da gusto ver lo feliz que es y lo bien que la tratan allí. La enfermedad no tendrá cura, pero su estado anímico ha mejorado mucho», sentencia.
Sin embargo, Pilar tiene algunas críticas para la Administración. Se queja de las trabas administrativas que se encuentra, «todo son pegas y cuesta lograr apoyo institucional y económico», afirma. A María le concedieron la ayuda a la Dependencia en 2011, que no cobra. Ahora tiene que ser nuevamente revisada porque la enfermedad se ha agravado bastante. Ambas, viven del sueldo de Policía Nacional de Pilar para comer y pagar gastos y préstamos. La pensión de viudedad de su madre,  500 euros, se va íntegra al centro Alzheimer Canarias.

En este sentido, Pilar no tiene más que agradecimientos para su jefe y sus compañeros. «Sin ellos, sin su compresión, yo no hubiera podido atender a mi madre porque en caso contrario, tendría que haber pedido excedencia y no se de qué viviríamos».

Fuente: Canarias7.es

Con la colaboración de