En estos dos meses y casi dos semanas de pandemia y de estado de alarma en España, con prácticamente toda la actividad económica y social paralizada, muchos son los colectivos que están sufriendo las consecuencias de esta situación. Personas y familias que luchan en silencio contra la enfermedad de alguno de sus miembros, a las que este confinamiento está llevando casi al límite de sus posibilidades.
Es el caso de los enfermos de alzheimer y sus familias, que en este tiempo no han podido, ni pueden todavía ni saben tampoco a ciencia cierta cuando podrán acudir a las asociaciones de las que forman parte para recibir los servicios que allí se prestan. Como por ejemplo la estimulación temprana, los talleres de memoria o la movilidad para la mejora de su calidad de vida, porque han tenido que cerrar sus instalaciones por orden de la Junta de Castilla y León por la crisis sanitaria.
Es el caso de la Asociación de Alzheimer (AFA) Zamora que cuenta con dos centros, uno en la capital zamorana y otro en el municipio de Toro donde atienden entre ambos a unas cien personas con más de una treintena de trabajadores, además de un proyecto que tienen en marcha pero que aún no ha podido abrir sus puertas: una residencia de ancianos en la localidad toresana. Lo que ha supuesto, por paradójico que parezca, “una bendición y una suerte” tras la irrupción del letal y contagioso coronavirus, por el daño que está haciendo a las residencias de mayores, según cuenta a LA RAZÓN Antonio García, presidente de AFA Zamora.
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