Cesta de la compra

{{#if has_items}}
{{#each line_items}}
{{ full_title }}
{{ quantity }}
{{{ subtotal_human }}}
{{/each}}
Subtotal {{{ subtotal_human }}}
{{#if coupon_name}}
Cupón de descuento {{ coupon_name }} - {{{ coupon_discount_human }}} x
{{/if}} {{#if donation}}
Donación {{{ donation_human }}}
{{/if}}
{{#if shipping_handling_left_for_free}}
(Te quedan {{{ shipping_handling_left_for_free }}} para que el envío sea gratis)
{{/if}}
{{#if tx_okstock}} Envíos en 72h. {{/if}} {{#if delivery_date}} El pedido te llegará el {{ delivery_date_human }} {{/if}}
Total {{{ total_ceafa }}}
{{else}}
Actualmente no tienes nada en la cesta de la compra. Ir a la tienda.
{{/if}}

Los investigadores somos un poco masocas; si no, no seguiríamos en esto

Un puñado de proyectos punteros atenúa los daños causados por años de recortes: el gasto ha retrocedido al nivel de 2007 y se han fugado 12.000 'cerebros'

La tormenta económica que hace casi una década amenazó con acabar con los cimientos -aún sin consolidar- de la investigación en España empieza a disiparse. Soplan otros vientos para un sector golpeado sin tregua por la reducción drástica de la financiación y por la huida de sus mejores científicos a otros países en busca de refugio laboral. Empieza a clarear tímidamente gracias a que la incesante lluvia de recortes ha escampado, pero los daños son cuantiosos y los nubarrones que aún se divisan en el horizonte tardarán mucho tiempo en alejarse y en dejar ver la luz con la que antes de que entrara de lleno la crisis brillaba la investigación en España.

La I+D está tocada, pero no hundida. Ha perdido recursos. Casi el 35%, solo entre 2009 y 2013, según la OCDE. Y lo peor de todo, talento científico. Unos 12.000 investigadores han puesto tierra de por medio, según las estimaciones de la Asociación para el Avance de la Ciencia y la Tecnología en España. «Lo más grave es que ha afectado a nuestros científicos más productivos, en su mejor etapa profesional, que se han visto obligados a tener que formar grupos estables fuera. Sin duda, Alemania está encantada con la crisis porque está absorbiendo a los profesionales mejor formados del sur de Europa», lamenta su presidente y científico de la Estación Biológica de Doñana, Luis Santamaría.

La recesión no solo se ha llevado por delante millones de euros en financiación e infraestructuras científicas, también ha congelado la promoción del profesorado universitario y ha frenado en seco carreras investigadoras, sumidas ahora «en la incertidumbre».

Belén Rodríguez trabaja en el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), pero su futuro es incierto. Su tesis sobre la contaminación del océano por combustibles fósiles a través de la atmósfera, resultado de los experimentos realizados durante la expedición Malaspina, le abrió la puerta de la investigación. Ahora, a sus 31 años, confiesa sentirse «algo decepcionada». «Es injusto que después de tanto esfuerzo haya tan pocas oportunidades para consolidar esta carrera», se duele. Desde la Asociación para el Avance de la Ciencia y la Tecnología reclaman un pacto de estado que permita desarrollar una estrategia investigadora a largo plazo. «Solo así lograremos potenciar la iniciativa de los jóvenes y evitar que sean subsidiarios de científicos senior hasta pasados los 40 años», argumenta Santamaría.

El informe de este ejercicio del observatorio de la Alianza 4U, elaborado por las universidades Autónoma de Barcelona, Autónoma de Madrid, Carlos III y Pompeu Fabra, constata los efectos de la crisis: la financiación por investigador ha pasado de los 112.240 euros en 2008 a los 104.890 en 2014; la caída de un 8% de los gastos corrientes de las universidades entre 2010 y 2014; y la pérdida de 12.418 investigadores del sistema (un 10,16%) en este mismo periodo. «Una grave pérdida, sobre todo porque no ha sido posible reponerla con captación de talento joven y de excelencia, y que no debe persistir en el futuro si queremos contar con un sistema sostenible y de calidad», advierte el presidente de la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE), Segundo Píriz.

Reacción universitaria

Pese a estos datos, no todo está perdido. Hay indicadores que demuestran que la universidad, que representa más del 65% de la investigación que se realiza en España, ha incrementado su productividad y competitividad internacional. Una resistencia numantina que tiene su reflejo en las estadísticas, pero también en la puesta en marcha de proyectos punteros. El informe de la Alianza 4U destaca esta reacción «ejemplar» de las universidades, que han mejorado también sus valores en visibilidad, colaboración internacional y participación en estudios europeos. En la última década, el aporte científico de los centros universitarios nacionales a Web of Science -una de las principales bases de datos de la comunidad investigadora mundial- casi se ha duplicado (de 26.124 publicaciones en 2005 a 51.301 en 2014). Como consecuencia, ha aumentado la productividad del profesorado (de 0,45 artículos de media en 2005 a 0,81 en 2014) y también su proyección: el 53% de los trabajos se publicaron en revistas científicas de referencia internacional. «Hasta ahora hemos vivido de las rentas, porque las publicaciones acumulan retrasos de entre cuatro y seis años; ahora es cuando empezaremos a notar la caída en la cantidad y la calidad», advierte Santamaría.

Píriz también resalta el esfuerzo de la universidades por mantener sus programas «a pesar de que el gasto total que realiza España en investigación ha retrocedido a niveles de 2007». El desembolso en I+D de la economía española aumentó en 2015 un 2,7% hasta los 13.172 millones, el primer incremento desde 2010. Sin embargo, ha sido el país de la OCDE donde el tijeretazo ha sido más acusado. Su inversión respecto al PIB ha pasado del 1,4% en 2009 al 1,2% en 2015, alejándose de la media de la UE, que ronda ya el 2%. Hasta 2008, el gasto en investigación había crecido en nuestro país a un ritmo mayor que el del resto de miembros de la Unión Europea, pero a partir de ese año se produce un punto de inflexión: reduce la inversión en un 6%, mientras que Alemania, Francia, Italia y Reino Unido la aumentaban entre el 12 y el 30%, tal y como recoge la Fundación Cotec.

El retraso en las convocatorias de los planes nacionales de investigación y su menor financiación han obligado a las universidades a subsistir con recursos propios; con fondos europeos y buenas dosis de amor a la ciencia, combustible de reserva cuando el presupuesto escaseaba.Muchos grupos se han crecido en la adversidad y ahora empiezan a recoger resultados. En los últimos días han visto la luz importantes avances científicos, como el alcanzado por un equipo internacional liderado por el catedrático de Biología del Desarrollo de la Universidad Católica de Murcia Juan Carlos Izpisúa. Han demostrado que se puede revertir el envejecimiento a través de un proceso de reprogramación celular, con el que han logrado alargar la vida de ratones afectados por una enfermedad que adelanta bruscamente la vejez.

Casi en coincidencia temporal, unos científicos vascos de los laboratorios CIC Biogune han descubierto el mecanismo que puede servir para contener el avance de enfermedades neurogenerativas como el alzhéimer y el párkinson. El hallazgo, recogido en 'Cell', la revista científica de mayor impacto mundial en el campo de la investigación celular, ha sido tan relevante que un grupo de Nueva York ha firmado un acuerdo con el equipo de Zamudio para desarrollar fármacos que empezarán a probarse en animales. A este listado de hitos se acaba de sumar el científico Salvador Aznar Benitah, del IRB de Barcelona, que ha identificado una proteína crucial para que las células tumorales puedan iniciar la metástasis. El investigador ha verificado que al añadir esta proteína (identificada con el nombre CD36) a células tumorales que no producían metástasis, empezaban a hacerlo.

Pero la falta de financiación despierta del sueño a muchos investigadores, incapaces de materializar los hallazgos alcanzados en el laboratorio. Uno de esos casos es del doctor Juan Antonio Marchal, que ha conseguido probar la eficacia de un nuevo fármaco frente a las células madre cancerígenas. Sin embargo, el proyecto se ha quedado sin fondos y ahora pide la ayuda de las administraciones públicas. En su apoyo, un médico jubilado de la localidad sevillana de Carmona, Sebastián Martín, entregó el pasado martes en el Congreso de los Diputados más de un millón de firmas, reunidas a través de la plataforma change.org, con las que reclama al Gobierno que dedique más recursos a este proyecto de la Universidad de Granada.

Hay otras vías de financiación, y la industria farmacéutica reivindica su papel catalizador a la hora de llevar al mercado una investigación. Pero no todo vale: tiene que tener solicitada la patente, representar novedad mundial y pertenecer a áreas terapéuticas punteras. La responsable de la Plataforma Española de Medicamentos Innovadores en Farmaindustria, Amelia Martín, indica que, de los 1.004 millones que invirtieron en investigación y desarrollo el pasado año, 416 se destinaron a contratos de investigación con hospitales, universidades y centros de investigación a través de su programa Farma-Biotech.

Una estimación de la Confederación de Sociedades Científicas de España (COSCE) ha calculado que para alcanzar en 2026 la misma dotación presupuestaria que en 2009 sería necesario un crecimiento anual de los presupuestos del 4,22% en los próximos diez años. La empresa se antoja difícil. Solo un acuerdo de estado puede convertir a la ciencia y la investigación en un asunto prioritario.

PEDRO RECHE

INVESTIGADOR DE LA COMPLUTENSE DE MADRID

Cada día se enfunda su uniforme de 'guerrero' para combatir lo que a día de hoy parece imbatible: la gripe. Una enfermedad tan común y contagiosa como escurridiza, para la que hay vacuna, pero una diferente cada año que se diseña en función de las previsiones que hace la Organización Mundial de la Salud (OMS). Y eso tiene un peligro: a veces se acierta y es efectiva, pero otras no. Los avances obtenidos por el equipo que dirige Pedro Reche en la Universidad Complutense de Madrid son trascendentales para lograr una vacuna universal, única y válida para todas la cepas. Han pasado catorce años desde que arrancó este proyecto y ha sorteado problemas de financiación, exigencias burocráticas y falta de personal. «En el fondo, creo que somos un poco masocas; si no, no seguiríamos investigando», concluye.

Para entender el gran paso dado en colaboración con investigadores de la Universidad de Lancaster y la de Aston, hay que conocer cómo actúan las vacunas actuales. «Aunque hay varios tipos, la más frecuente es el propio virus inactivado, que se prepara de acuerdo a especificaciones de la OMS sobre previsiones de los subtipos del virus que van a ser prevalentes en cada campaña. Estas vacunas inducen una inmunidad, pero siempre y cuando el virus que realmente te va a infectar ese año sea el que ellos han predicho», aclara Reche.

Cuando una persona se vacuna, su sistema inmunitario reconoce como 'extraños' los componentes de la misma, los combate y desarrolla un nuevo tipo de inmunidad que le protege luego frente a futuras infecciones. En este proceso, el sistema inmunitario memoriza ciertas partes del virus. Sin embargo, esta elección no tiene por qué ser la más apropiada. De hecho, el virus de la gripe cambia aquellas partes que son reconocidas preferentemente por el sistema inmunitario. «Por eso no hay una vacuna universal», sentencia.

Para evitar ese problema, hay que identificar en la secuencia del virus qué partes no cambian. Su investigación, pionera y valorada internacionalmente, reconoce esas partes, y ahí sitúa Reche la clave: «Hemos hecho un estudio de todos los virus que hay en las bases de datos, hemos reconocido aquellas secuencias que pueden ser objeto de reconocimiento por el sistema inmunitario y hemos seleccionado pequeños fragmentos que no varían. La idea es que cuando utilicemos una vacuna de epítopos, basada en esas zonas de reconocimiento que no varían, el sistema inmunitario no tenga opción de escoger otras partes que el virus le enseña para que se dirija a ellas y que son las que realmente el virus puede cambiar».

Su equipo ha dado con el principio activo y ahora, junto a la compañía farmacéutica Etna Variotec, concurrirán a proyectos europeos de desarrollo de vacunas para conseguir fondos y empezar con los ensayos clínicos. Pese a este paso de gigante, harán falta millones de euros y varios años hasta obtener una vacuna. «Queda un camino largo; podemos tener una buena formulación, pero de cómo se desarrolle finalmente en el laboratorio dependerá que funcione o no», advierte el científico.

Fuente: ideal.es

Con la colaboración de