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Marta Navarrete: «En el aprendizaje, los astrocitos son tan importantes como las neuronas»

Esta joven investigadora ha obtenido el Premio Olympus de la Sociedad Española de Neurociencia

La Junta Directiva de la Sociedad Española de Neurociencia (SENC) ha concedido el IV Premio Olympus para Jóvenes Investigadores a Marta Navarrete (Badajoz, 1980), investigadora del Centro de Biología Molecular "Severo Ochoa" (CSIC-UAM) de Madrid, en reconocimiento a la excelente labor científica realizada durante los seis años posteriores a la finalización de su doctorado. Navarrete es licenciada en Química por la Universidad de Extremadura (2004), y doctora en Neurociencias por la Universidad Autónoma de Madrid (2009). Ha trabajado como investigadora postdoctoral en el Instituto Cajal en Madrid bajo la dirección del Prof. Alfonso Araque con quien ha demostrado que los astrocitos, el tipo celular más abundante del cerebro, tienen un papel mucho más importante del que hasta hace muy poco se creía. Entre sus principales logros, demostrar que son fundamentales para la comunicación entre las neuronas y el aprendizaje.

-¿Por qué no se ha prestado atención a estas células?

- Aunque son las más abundantes del cerebro, han sido ignoradas durante mucho tiempo, porque se pensaba que servían solo como soporte de las neuronas y no tenían una función relevante. El papel principal se otorgaba solo a las neuronas, pero desde hace 20 años los astrocitos están atrayendo la atención de los investigadores. Ahora se sabe que están involucradas en el procesamiento de información, la memoria y el aprendizaje, y debido a este papel relevante, están también involucrados en patologías del cerebro como el alzhéimer, en la que hay una gran muerte neuronal.

-¿En que se diferencian de las neuronas?

-Las células principales en el procesamiento de información son las neuronas. El doctor Araque, con quien he trabajado durante mucho tiempo, suele explicar la diferencia con este ejemplo: Si un león te intenta atacar, para escapar lo primeros que necesitas son las neuronas, que son rápidas. Pero si ves el león con antelación y quieres hacer algo más preciso, como esconderte en un sitio que no te encuentre, ahí están involucrados los astrocitos. En la transmisión rápida de información no tienen nada que hacer, pero cuando se requiere un esfuerzo superior para planificar una estrategia, como esconderte, entran en acción. Por ejemplo, es interesante el hecho de que la única diferencia entre el cerebro de Einstein y el de la mayoría de las personas era que tenía muchas más células de glía [astrocitos, microglía (células inumunes del cerebro)y oligodendrocitos (productoras de mielina)].

-O sea, que hay vida inteligente más allá de las neuronas...

-Eso es. En uno de mis primeros trabajos en el laboratorio de Alfonso Araque, en el Instituto Cajal, utilizando técnicas muy pioneras que nos permitían poner un animal vivo al microscopio, estudiamos la actividad de los astrocitos. Rellenamos estas células con un sensor fluorescente para ver su actividad en el movimiento de las vibrisas [bigotes] del ratón. Y así vimos que eran fundamentales para aprender. La estimulación de las vibrisas de los roedores tiene un papel importante para explorar su entorno y aprender. Y vimos que cuando se estimulaban esas vibrisas, los astrocitos se activaban. Y, al revés, cuando se bloqueaba la actividad de los astrocitos, el ratón no aprendía. Hay algunos trabajos en los que se han puesto astrocitos humanos a ratones y se ha visto que se vuelven mucho más inteligentes.

-¿Y en las sinapsis, el punto de comunicación entre las neuronas, tienen algún papel los astrocitos?

-Las sinapsis no son contacto estrechos entre dos neuronas únicamente. Se ha visto que se trata más bien un “menage a troi”, en el que participan también los astrocitos de forma activa, mediando o modulando los mensajes que se transmiten las neuronas. Es una función imprescindible para facilitar una comunicación neuronal fluida. El cerebro no es en realidad una red neuronal. La actividad cerebral es el resultado más bien de redes astroneuronales. Esto es algo novedoso que se ha visto hace un par de años.

-¿Esto podría cambiar el concepto de las enfermedades del cerebro y la forma de abordarlas?

-Sí. Los astrocitos están implicados en procesos que van desde la visión a la adicción a las drogas, como demostramos en uno de mis primeros trabajos en el laboratorio de Alfonso Araque. Sin embargo, todos los fármacos actuales tienen como diana a las neuronas, porque nadie pensó que otras células podían estar involucradas. Ahora hay que considerar también a los astrocitos como diana. Y habrá que abordar las consecuencias de un mal funcionamiento de estas células en el desarrollo de las patologías del cerebro.

-¿Tienen algún papel en el autismo, donde parece que la comunicación entre neuronas está alterada?

-Se piensa que están involucrados en el autismo pero no se sabe exactamente cómo. Hay algunos trabajos que empiezan a investigarlo ahora, bloqueando la actividad de los astrocitos para ver cómo afecta a patologías como autismo o el síndrome del cromosoma X frágil.

-¿Ahora ha dado un nuevo rumbo a su carrera y ha “fichado” por el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa, ¿en qué va a trabajar allí?

-Me quedé sin financiación al marcharse Alfonso Araque y tenía que moverme a otro centro. El CBM era perfecto para mí, porque me podía aportar un conocimiento de biología molecular del que carezco. Ahora estoy en el laboratorio que dirige José Antonio Esteban, que trabaja en envejecimiento, tanto molecular como fisiológico. Hacemos un buen equipo. Su laboratorio me aporta las técnicas moleculares y mi trabajo le da el plus de averiguar qué pasa con los astrocitos en el envejecimiento.

-¿Y tiene ya alguna pista de lo que ocurre con estas células durante el envejecimiento?

-La actividad astrocitaria en el envejecimiento es totalmente diferente a la de la juventud. Ahora estamos intentando desarrollar herramientas moleculares para manipular los astrocitos y hacer cambios muy concretos y controlados. Porque con las técnicas actuales se cambia la actividad de estas células de forma global y no se pueden obtener conclusiones.

-¿Cómo ve la investigación en España?

-En España siempre ha sido complicado investigar y creo que se va a complicar aún más. Llevo diez años como investigadora y, a título personal, creo que la política de apoyo a la investigación no está bien pensada. En mi caso, con contratos para un año, no me da tiempo ni a poner a punto las técnicas que necesito. Hace falta una financiación de proyectos a más largo plazo para conseguir niveles competitivos. El año pasado estuve en paro, porque no tuve financiación. La ciencia en España es muy buena, pero nos faltan recursos para llevarla a niveles competitivos.

-¿Qué ha supuesto este premio Olympus que le ha otorgado por la Sociedad Española de Neurociencia (SENC)?

-Ha sido una gran alegría que la SENC haya seleccionado un trabajo hecho en España, donde he desarrollado toda mi carrera. Es un gran estímulo, el que me faltaba para seguir haciendo ciencia en España, que es un poco complicado en este momento.

-Además es madre de dos niños pequeños, ¿cómo compagina su carrera como investigadora con su vida familiar?

-Duermo muy poco o casi nada. En nuestra sociedad, no se facilita el trabajo a una mujer investigadora con niños tan pequeños (14 meses y 3 años). No tengo ocio, salvo el que comparto con mis hijos. Pero sí remordimientos por no poder estar más tiempo con ellos. Tenía un contrato de profesora asociada en Minneapolis pero decidí quedarme en España porque estaba embarazada y tenía otro niño de un año. Sin embargo, no he descartado irme fuera. Quizá cuando se acabe la financiación o cuando mis hijos sean un poco más mayores para viajar.

-Una última curiosidad... Usted es química, ¿como se interesó por el cerebro?

-Casualidades. Me especialicé en Química Cuántica y hacía modelizaciones. Pero tenía interés en investigar de verdad, con bata blanca, y vine a Madrid, al CSIC, porque era el lugar de referencia para la ciencia. Encontré en el Instituto Cajal-CSIC el laboratorio de Alfonso Araque, que fue mi mentor hasta que se marchó a Minnesota, donde le ofrecieron algo mejor que lo que tenía aquí. Cuando llegué a su laboratorio, que era de electrofisiología, vi que hacían “cosas raras”, con cables por todas partes. Yo no sabía nada de neuronas, pero me llamó la atención y así pasé de la química cuántica a la neurociencia.

Fuente: abc.es

Con la colaboración de