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"Me indigna el vía crucis de los cuidadores de enfermos, un servicio agotador en la más absoluta de las soledades"

El periodista pamplonés Guillermo Nagore ha superado ya la mitad de su viaje entre Fisterra y Jerusalén, una 'locura' personal con un claro objetivo social: reclamar la existencia de una política de Estado sobre el Alzheimer, más necesaria aún en tie

Tuvo que parar hace unas semanas en Trieste (Italia) por una lesión en el dedo meñique que iba arrastrando desde Verona. En lugar de mejorar, ha empeorado y se ha tenido que someter ahora a una intervención en Zadar (Croacia). ¿Cómo fue la cura?

Sí, la verdad es que fue a peor por los 300 km que ya he recorrido por los Balcanes. No fue nada del otro mundo, simplemente me abrieron el callo inmenso que se me había formando en el meñique y que me impedía caminar, para sacar los quistes que se habían formado y me dieron puntos para cerrar la herida.

Ahora toca reposo.

Pues sí, toca unos días de reposo pero espero poder volver el lunes a andar de nuevo, que entre lo de Trieste y esta última parada me estoy retrasando más de lo previsto.

¿El cuerpo no está preparado para caminar tantos kilómetros?

Pues no lo sé, probablemente no y por eso la Volkswagen gana tanto dinero vendiendo coches, como me dijo el otro día alguno. A pesar de todo seguiré caminando hasta que el cuerpo diga basta.

Han pasado muchos meses desde el comienzo de esta aventura. ¿Cómo recuerda los inicios ese 18 de marzo lluvioso a orillas del Atlántico?

Como algo muy lejano y con cierta perplejidad al mirar atrás y ver que ya he recorrido 3.261 kilómetros desde aquel día. Eso sí, de lo que no me olvido es de la mariscada a la que me invitaron antes de salir los miembros de la Federación Galega de Alzheimer. Creo que no he vuelto a comer ni parecido en seis meses.

Durante su paso por el Estado estuvo muy acompañado por voluntarios y personas que se sumaron a la causa, pero desde los Pirineos llegó la soledad. ¿Cómo vivió ese cambio?

Lo viví muy bien. Soy una persona a la que le gusta mucho, tal vez demasiado, la soledad, y aunque se agradece que te acompañen, la soledad también es gran compañera. El choque no fue la soledad, sino los horarios, el idioma y el precio del tabaco. En 24 horas cambio de mentalidad y fumar menos.

El Alzheimer es el leit motiv del viaje y, a lo largo del proyecto, está entrevistando a cuidadores de distintos países y regiones. ¿Cambia mucho la situación de los familiares de las personas enfermas según el lugar en el que uno se encuentre?

Evidentemente, cuantas más ayudas públicas existen, mejor situación para los cuidadores familiares, que son los verdaderos paganos de esta epidemia que ahora está en su mejor momento. En diez años la situación va a ser demoledora. Sin duda, Francia es el lugar en el que mejor se encuentran por el apoyo público. En Italia, la falta de dinero la suplen con la sempiterna capacidad italiana para hacer puentes con dos palillos y un alambre, y la peor situación se está dando en España, aunque parece que va a peor. De Croacia, hasta la fecha poco puedo decir porque es estos días (por hoy) cuando me voy a entrevistar con miembros de la asociación croata.

¿Y de los enfermos?

Los enfermos son iguales en todos los sitios. Los mismos rostros, las mismas sonrisas. Pero, lógicamente, si tienen acceso a terapias profesionales, su situación es mucho mejor, logran retrasar la enfermedad con cierta calidad de vida y pueden vivir algo fundamental que es la socialización. Esa cultura cristiana mal entendida que tenemos de que jamás llevaremos a un familiar a un centro de este tipo es un error garrafal que se paga muy caro. Lo paga el paciente y lo paga la familia. En eso, los franceses nos llevan años luz.

¿Cómo entabla las relaciones con los cuidadores y los familiares?

Como buenamente puedo pero, sin duda, las redes sociales están jugando un papel fundamental. Fue a través de las redes, por ejemplo, como tuve la ocasión de llegar a Bérgamo, conocer experiencias fantásticas y a partir de ahí, me crearon una red de acogida por todo Italia. Me río yo de las redes de la Resistencia francesa en tiempos de la ocupación nazi. Como buenamente puedo, pero con ayuda de mucha gente de forma desinteresada.

Con tantas historias, ¿hay alguna que recuerde por qué le impactó o le conmovió?

Siempre repito la misma, pero es que la historia del asturiano que a sus 75 años se fue a un gimnasio, se apuntó y empezó a hacer pesas todos los días para fortalecer la musculación con el único objetivo de tener fuerzas para poder levantar y asear a su mujer enferma de Alzheimer me parece fantástica. Cinco años sin fallar un día, hasta que ella falleció.

¿Cómo está influyendo este viaje en su experiencia acerca de la enfermedad de Alzheimer?

Radicalmente. Yo hace un año era un ciudadano medio en relación al Alzheimer. Eso que les pasa a los mayores y que no me toque a mí. Pero, insisto, es el conocimiento del via crucis de los familiares cuidadores lo que más me impresiona y me indigna, por lo desconocido, por lo que supone, un servicio agotador 24 horas de 24, en la más absoluta de las soledades, que afecta a la vida personal, social, laboral. Es demoledor y no se puede mirar al monte silbando mientras hay miles de mujeres que están dejando sus trabajos para atender a sus familiares.

Hoy celebramos el Día Mundial del Alzheimer. ¿Tiene previsto hacer algo especial?

Estaré en Zagreb, en la jornada conmemorativa que ha organizado la asociación croata y estoy invitado.

¿Cuál es el mensaje que pretende difundir con este proyecto?

Que hay 3,5 millones de personas en el Estado español que exigen ahora mismo soluciones a esta emergencia. Que van a ser siete millones para el 2025 y que ya ha llegado la hora de que las partes se sienten, analicen el problema en su totalidad y se pongan manos a la obra en la búsqueda de soluciones. Yo no sé cuáles son, pero lo que no se puede hacer es obviar el problema porque, mal que bien, los familiares van tirando. Ya vale de esa permanente miopía política de analizar las cosas con la vista puesta en las próximas elecciones. Las demencias son la enfermedad del siglo XXI y cada día que pasa mirando a otro lado, estamos haciendo aumentar nuestra deuda de futuro. En términos económicos, que alguien se ponga a hacer las cuentas y nos diga cuánto dinero está perdiendo el Estado cuando miles de personas, la mayoría mujeres, dejan sus trabajos para cuidar a sus familiares. De ser productivas para el Estado, pasan a ser una carga. Que alguien analice todo esto con un poco de seriedad.

¿A quién reconocería usted por su labor frente el Alzhéimer?

Sin pensármelo un segundo, a todos los cuidadores familiares. El que tiene mérito no es el que camina 3.261 kilómetros disfrutando de paisajes, conociendo gentes, comiendo bien y viviendo una gran experiencia personal. El que tiene mérito, y esto es muy evidente, es el que mientras yo he andado todos esos km ha estado en su casa cuidando de su familiar enfermo de Alzheimer en la más absoluta de las soledades y, en muchos casos, con la incomprensión de su propio entorno, de ese entorno que solo ve al familiar muy de vez en cuando pero no tiene que convivir con él.

Además del reto físico y psicológico, esta experiencia también es un desafío organizativo. ¿Cómo se las arregla para comer y dormir?

De momento, bares para comer he encontrado en todos los sitios, aunque algún día he tenido que andar 15 km más de los previstos para poder comer. Y para dormir tampoco he tenido problemas. Entre la infraestructura del Camino de Santiago por España y Francia, la red de acogida italiana y las miles de habitaciones que se alquilan a precios bajos en la costa croata, todavía no he tenido que dormir en la calle. Ahora, imagino, llegará la parte más complicada en ese aspecto. O igual no, y todo es mucho más fácil. No lo sé.

¿Cómo reaccionan las personas que se encuentra por el camino cuando conocen su historia?

El 90%, aunque no lo digan, piensan que estás loco. Normal. Pero después de que les explicas el proyecto y hablas con ellos, la verdad es que no estoy encontrando más que apoyo. Un camarero en Starigrad (Croacia), que me sirvió la comida, y al que le conté la película, no solo se negó a cobrarme, sino que además me dio un billete de 100 kunas (unos 15 euros). ¿Se imagina alguien que un camarero de zona turística no solo te invite a comer sino que además te de pasta? Lo cierto es que estoy encontrando mucha solidaridad.

Ha completado la mitad del viaje.

Sí, cada vez que veo que estoy más cerca de Jerusalén que de casa, pienso de forma rural y primitiva, pues va a ser mejor seguir hasta allí, que es más corto.

Más de 3.000 kilómetros en solitario dan tiempo para pensar mucho. ¿Ha tenido algún momento en el que haya pensado en mandar todo al garete?

Casi todos los días en el momento exacto en el que suena el despertador del móvil. Pero consigo frenar ese ímpetu poniéndome la mochila y empezando a andar.

Fuente: noticiasdenavarra.com

Con la colaboración de