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La empresa Biópolis inaugura una planta industrial con capacidad de 9.000 litros
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Allí fabrica productos de valor añadido para grandes empresas como Danone o Hero
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También usa un gusano que comparte el 40% del genoma humano para probar sus efectos
Cuando Daniel Ramón fundó Biópolis en 2003 en un pequeño laboratorio del CSIC en Valencia, no se podía imaginar que 11 años después, su empresa emplearía a 43 personas en un edificio propio con 11 laboratorios y dos plantas de producción. La compañía biotecnológica, que factura casi cuatro millones de euros al año, es la única en el mundo capaz de investigar el comportamiento de un microorganismo, validarlo, escalarlo y fabricarlo a escala industrial. Es por ello que grandes compañías de la alimentación y la farmacia, como Danone, Ordesa o Hero, han recurrido a Biopólis para estar al día en una tendencia que, si se cumplen las previsiones, acabará imponiéndose en el mercado, la de los probióticos.
Los probióticos son microorganismos que «en individuos sanos forman parte de la flora intestinal y que se añaden como suplemento nutricional o ingrediente funcional que provoca una mejora en la salud». Ramón se muestra convencido de que desempeñarán un papel decisivo en el futuro del sector alimentario y el farmacéutico. «Cada vez se conocen más investigaciones sobre la relación directa de la flora intestinal con enfermedades, como el autismo o la diabetes», señala el consejo delegado. Su empresa es la única en el mundo capaz de cubrir toda la cadena de valor: desde la investigación del microorganismo hasta su producción a escala industrial, gracias a unas instalaciones que ha inaugurado recientemente.
Tras el estudio del microorganismo, éste pasa a un laboratorio donde se verifican, a pequeña escala, las mejores condiciones para hacerlos crecer. Estas pruebas se realizan en fermentadores de uno o cinco litros y, cuando ya se conoce a la perfección su comportamiento, pasan a la planta industrial donde la empresa es capaz de fermentar hasta 9.000 litros al mismo tiempo. Biópolis puede «cambiar las condiciones» para adaptarse a las características variables de cada bacteria y así hacerlas crecer «a medida».
Tras la producción, los microorganismos pasan a una fase de liofilización, donde se someten a una temperatura de -80º. Se congelan rápidamente y se les extrae el agua. Así entran en un estado latente que puede durar entre 18 y 24 meses. «Con alguno hemos conseguido superar los 48 meses de estabilidad», comenta el director general, Javier Echevarria.
Biópolis ya está desarrollando a escala industrial probióticos para grandes compañías. Un ejemplo es el 'Bifidobacterium longum' ES1, credo junto al CSIC, que ayuda a la inflamación intestinal. De hecho, la empresa acaba de conocer que este producto ha sido galardonado con el Premio al Mejor Producto Biotecnológico del 2014 en el Congreso Europeo de Biotecnología. No es único de su cartera. También ha producido para Ordesa un probiótico que frena los rotavirus (que causan diarreas) en las etapas de lactancia y otros para Hero, junto a la Universidad de Granada, que ayudan el sistema inmunitario.
Otra de las áreas de actividad de Biópolis es la evaluación de ingredientes funcionales. Reconocidas multinacionales de la alimentación y la farmacia (no pueden dar nombres por cuestiones de confidencialidad) acuden a sus laboratorios de Valencia para conocer el impacto sobre la salud de sus nuevos productos (desde cerveza hasta café o bebidas carbonatadas). ¿Cómo? Gracias a un pequeño gusano llamado 'C. Elegans'. Este organismo comparte el 40% del genoma humano. «Tenemos algo de gusano», bromea Ramón. Así ofrece resultados reveladores en cuestiones como la longevidad, el Alzheimer o la inflamación. Por ejemplo, tiene todos los genes que predisponen a la obesidad. Se trata, por tanto, de un sustituto de los ratones de laboratorio y Biópolis es la única en el mundo que oferta este servicio. Y aún hay más. Su ciclo de vida es de 17 días, en lugar de los dos años de un ratón. Así, los experimentos reducen su tiempo exponencialmente, así como su coste. además, como es un animal inferior, no tiene un cerebro desarrollado, de forma que «no hay dolor». Esto permite a Biópolis ofrecer sus servicios a empresas cuya política les impide experimentar con animales.
Fuente: elmundo.es