De momento, sólo ha ocurrido en ratones. Pero el avance es prometedor. Un equipo de investigadores del Imperial College de Londres, dirigido por la española Magdalena Sastre, ha logrado detener la progresión de la enfermedad de Alzhéimer en estos roedores utilizando un virus que transporta un gen específico al cerebro.
El virus se conoce con el nombre PGC1-alfa y podría actuar evitando la formación de placas de beta-amiloide. Esta proteína está identificada desde hace tiempo como una de las responsables de la enfermedad, cuando se acumula de manera incontrolada en las células neuronales y comienza a deteriorar su función hasta lograr su muerte.
El hallazgo no supone, por el momento, una cura para el mal, pero abre la puerta a estrategias que permitan prevenirlo o detener su desarrollo en cuanto aparecen los primeros signos del alzhéimer.
Los investigadores han utilizado como vector un lentivirus modificado genéticamente. Estos virus, que tienen un periodo de incubación muy largo, pueden infectar todo tipo de células con gran facilidad, por eso son comunmente utilizados en terapia genética. La estrategia consiste en cultivar cepas específicas del virus y «amaestrarlo» para que determinadas variantes suyas infecten células concretas. Al infectarlas, introduce en ellas un gen del que las células carecen o lo tienen desactivado. Estos mismos virus (la mayoría de los cuales proceden del VIH) se utilizan para tratar muchas enfermedades, desde la artritis al cáncer. Por ejemplo, el mismo equipo que ahora ha presentado este espectacular avance contra el alzhéimer fue capaz recientemente de introducir genes terapéuticos en el cerebro de enfermos de parkinson.
En este caso, se inyectaron virus portadores del gen PGC1-alfa en el córtex y el hipocampo del cerebro de ratones. Estas dos regiones cerebrales son las primeras en desarrollar los cúmulos de beta-amiloide precursores de la enfermedad. Al dañarse las células del hipocampo, por ejemplo, surgen los primeros síntomas de pérdida de memoria reciente (como el olvido de una conversación disfrutada hace unas horas). El hipocampo también es responsable de la orientación espacial.
Por su parte, el córtex cerebral regula la memoria a largo plazo, el razonamiento y el control de las emociones. El daño en esta zona genera problemas a la hora de desempeñar tareas sencillas como pequeños cálculos.
La doctora Sastre ha explicado a LA RAZÓN las bases de su investigación: «Hemos encontrado que los ratones con alzhéimer tratados con PGC1-alfa desarrollan menos cantidad de placa amiloide en el cerebro, mantienen la memoria y parecen no desarrollar daño neuronal». La investigadora española asegura que «la principal conclusión de nuestro estudio es que el alzhéimer parece una enfermedad que puede detenerse si se aplica este tipo de terapia genética en los primeros estadios del mal».
De hecho, los ratones (que habían sido modificados genéticamente para sufrir el equivalente a esta enfermedad degenerativa) fueron tratados antes de que las placas de amiloide empezaran a formarse. Al parecer, el gen PGC1-alfa, implicado normalmente en otras actividades como la regulación de azúcar y la grasa que consumimos, también protege a las neuromas de la acumulación de la dañina proteína.
Según Sastre, los siguientes pasos de la investigación seguirán dos derroteros: «Tratar de confirmar que este tipo de terapias es igual de efectiva y segura en humanos y descubrir nuevas formas de inocular el virus vector». De momento, sólo ha resultado eficaz la inyección directa del virus en el cerebro, lo que supone ciertos riesgos. «Pero hay nuevos vectores virales en camino capaces de surtir los mismos efectos con técnicas de administración menos invasivas», añade.