Sabemos lo que queremos decir, tenemos la palabra en la mente pero no nos sale. Somos incapaces de pronunciarla. Un fenómeno tan desazonador como habitual. Tiene nombre. ‘En la punta de la lengua’. Lo estudiaron en 1966 por primera vez dos psicólogos americanos, Roger Brown y David McNeill, de la Universidad de Harvard. No hay quien no conozca este extraño proceso por el que una persona quiere decir una palabra, intenta evocarla, cree que ya la tiene, está a punto de recordarla, sabe cuál es, la ‘ve’ pero no puede acceder a ella para pronunciarla. Puede recordar de ella todo, información tangencial, sinónimos, palabras alternativas para sustituirla, puede dar una larga explicación sobre su significado o su uso, incluso la letra por la que comienza... Todo menos pronunciarla. Todos lo hemos dicho: «La tengo en la punta de la lengua».
Sucede más amenudo con la edad pero no sólo. Con demencias y alzheimer pero no exclusivamente. Algo así como una especie de cortocircuito en el cerebro entre la parte que procesa la palabra y la que la elabora.
Francisco Salto Alemany, profesor de Lógica de la Universidad de León, y un equipo de jóvenes investigadores alumnos suyos o recién graduados de Informática, con la ayuda de una lingüista, han creado una aplicación de fácil manejo para combatir este ‘fallo’. Una batería de juegos que se puede usar desde cualquier dispositivos móvil con conexión a Internet, incluidos los teléfonos móviles. Un ejercicio mental para ‘rejuvenecer’ el cerebro y que agilice la ‘búsqueda’ de la palabra adecuada en su red neuronal. Un juego que, además, se puede jugar en la cola, mientras se está esperando.
La aplicación permite mejorar la memoria y a la vez entretener al usuario con los juegos. No está destinado sólo a los mayores porque el envejecimiento se produce en todas las edades.
Salto Alemany es investigador en un área fascinante que está desatendida. Se queja Francisco Salto, con razón. «En general, la lógica como vieja disciplina filosófica y como pujante disciplina formal no es apreciada».
«Desarrollar el proyecto de la punta de la lengua más allá de los juegos necesita de un apoyo a más largo plazo que un año», añade.
Y no sólo dinero. Porque el cerebro es un gran misterio. Salto Alemany trata de desentrañar una parte infinitesimal.
«El conjunto de oraciones posibles en castellano es infinito», describe. «De hecho, es más grande o tiene mayor cardinalidad que el conjunto infinito de los números naturales y a nosotros los hablantes nos ‘cabe’ en un cerebro pequeño. Una regla aprendible, finita y corta encierra infinitas repeticiones y aplicaciones posibles. Este es el caso también de los alófonos en los lenguajes naturales, incluido el español. Hay finitas reglas recursivas o computables que rigen todas las combinaciones posibles. El proyecto consiste en aprovechar este hecho para favorecer la manera de afrontar el fenómeno de la punta de la lengua puesto que cuando tenemos algo en la punta de la lengua sí solemos acordarnos de algún rastro visual o auditivo de la palabra», explica este profesor de Lógica en la Universidad de León.
Así que su aplicación aprovecha los rasgos que hacen del cerebro un ordenador, su «capacidad de aprovechar la organización recursiva o computacional del lenguaje natural para crear herramientas que favorezcan la memoria», apunta.
De momento, cuenta con el apoyo económico de la Cátedra de Telefónica, los recursos de infraestructura de la Universidad de León y «el esfuerzo del equipo». En la práctica, todo se traduce en dos becas para los informáticos y el uso de los recursos que tiene la ULE. Y eso, lo que apunta Salto, el esfuerzo, el tiempo y los conocimientos de un reducido equipo. Para que nada de lo que es importante se quede en la punta de la lengua.
Fuente: diariodeleon.es