La pandemia del coronavirus tiene muchas caras y todas son negativas. Las personas más frágiles, como es el caso de los enfermos con demencias, son las que más han sufrido los efectos del confinamiento. Así, ha habido pacientes de alzhéimer cuyo empeoramiento durante tres meses de cuarentena ha sido similar a tres años de la enfermedad. De ese modo, han pasado de una etapa inicial del padecimiento a otra avanzada en la que su deterioro cognitivo es muy profundo, según ha dicho a este periódico, Ángela García Cañete, presidenta de la Confederación Andaluza de Federaciones de Familiares de Alzhéimer y otras Demencias (ConFEAFA).
El confinamiento supuso que los pacientes rompieran con sus hábitos y rutinas y se vieran obligados, de un día para otro, a estar en todo el tiempo en sus domicilios, sin poder acudir a los talleres ocupacionales ni a los centros de día tanto públicos como privados. “Las actividades que hacían los enfermos se pararon de golpe y eso les perjudicó. La consecuencia ha sido que ha habido pacientes mucho más demenciados, con brotes de delirio y de agresividad. La situación ha sido muy dura tanto para ellos como para los familiares que los cuidan”, ha indicado Ángela García Cañete.
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