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Peregrino por el Alzheimer (I): de Finisterre a Gijón

Cubiertos los primeros 438 kilómetros de la aventura del proyecto de La Memoria es el Camino, que me llevará a recorrer los más de 7.000 que separan el faro de Finisterre de la ciudad santa de Jerusalén, ya hay una cosa que tengo muy clara; el absoluto acierto de haber optado por la variante del Norte, el Camino de la Costa en concreto, para mi tránsito por España. Sólo un pero a esta elección: el haber obviado, por desconocimiento, la ciudad de Oviedo, cuna de la primera peregrinación documentada, la que llevo al rey asturiano Alfonso II El Casto desde la capital ovetense a la ciudad compostelana en el siglo IX, inmediatamente después de conocerse la aparición del sepulcro del apóstol. Antes de esto, la capital asturiana era el destino de las peregrinaciones cristianas para venerar las santas reliquias llegadas de Jerusalén, que se guardan en la catedral de El Salvador.

El 18 de marzo, y con una prólogo simbólica de 2,8 kilómetros desde el Faro hasta Fisterra pueblo se daba comienzo a este largo peregrinar con una causa concisa y clara. Hacer un llamamiento a quien corresponda para que la enfermedad del Alzheimer, que afecta a 3,5 millones de personas en España entre enfermos y cuidadores, pase a ser una prioridad sociosanitaria en los despachos,como ya lo es en los hogares. Que, de una vez por todas, se apliqué una verdadera política de Estado con mayúsculas que englobe a todas las partes afectadas. Al final, por cuestión de azar, la simbología de realizar el camino inverso de Santiago en su totalidad, desde la ciudad gallega hasta Jerusalén, toma más cuerpo aún si cabe al relacionarlo con el Alzheimer, la enfermedad de la regresión, de la vuelta atrás, del retorno al origen, al mismo nacimiento, que sufren quienes lo padecen.

El mayor inconveniente en todo el camino es el hecho de transitar a la inversa, lo que me lleva a numerosas pérdidas

Y que mejor para el inicio que el prólogo imprescindible, ese que lleva a lo largo de 90 kilómetros desde el faro de Finisterre a Santiago, un paseo delicioso por los bosques gallegos que, además, no cuenta con el inconveniente de la masificación del Camino Francés, de las últimas etapas antes de la llegada a Santiago, en las que la mercadotecnia ha dejado de lado al espíritu jacobeo.

El mayor inconveniente, en este preámbulo y en todo el camino que estoy realizando, es el hecho de transitar a la inversa, lo que me lleva a numerosas pérdidas, fundamentalmente en las intersecciones con dos caminos que vienen de frente, donde la señalización es muy clara en el sentido correcto pero una loteria al 50% si estás haciendo el camino al revés, como es el caso. En una dura etapa de 40 kilómetros entre Sobrado Dos Monxes y Baamonde mi cuentapasos, que es casi milimétrico, marcaba 48 kilómetros al final de la jornada, tras media docena de equivocaciones por los bosques lucenses.

No hay que dejar de pernoctar en el albergue del Monasterio cisterciense de Sobrado, que revela muy a las claras el verdadero espíritu jacobeo

Pero a pesar de las pérdidas, la elección de optar en Arzua por el Camino de la Costa fue todo un acierto, remontando por la provincia de Lugo en busca del Cantábrico y atravesando las comarcas de Terra Cha y As Mariñas con todo el decorado típicamente gallego. Aldeas, parroquias, bosques y silencio es la constante en este tránsito, en el que no hay que dejar de pernoctar en el albergue del Monasterio de Sobrado, gestionado por monjes cistercienses y que revela, muy a las claras, el verdadero espíritu jacobeo que las asociaciones de amigos de los Caminos del Norte quieren dotar a todo el recorrido, a la espera del dictamen de la Unesco para catalogar a la ruta como Patrimonio de la Humanidad, un reconocimiento más que merecido.

Tras el paso por Lugo, era hora de volver a tocar el mar, en el incomparable Ribadeo. Desde el 18 de marzo hasta la frontera con Asturias, el sol no me dejó ni un solo día, dos semanas en la inusual Galicia Tropical que se truncó en el mismo momento que cruzaba el puente de Los Santos de Ribadeo, con un paso peatonal para peregrinos que evita el largo camino por Vegadeo, y que me ha acompañado por toda Asturias hasta mi llegada a Gijón. Exceso de lluvia y exceso de asfalto, en algunas ocasiones porque el camino así lo marca y en otras por mi afán de no realizar ni un kilómetro de más cuando trato de averiguar el trazado correcto.

Los parajes asturianos siempre son una alegría para la retina, a pesar de la dureza, superado Luarca, de ese continuo rompepiernas

Pero a pesar de la lluvia y el asfalto, los parajes asturianos siempre son una alegría para la retina, a pesar de la dureza, una vez superado Luarca, de ese continuo sube y baja rompepiernas que caracteriza al Camino de la Costa, que va pegado al Cantábrico con sus montes a escasos metros. Es lo que me tocará hasta llegar al puente de Santiago, en Irún, antes de cruzar por Navarra y atravesar la frontera francesa por Somport, en Huesca. Pero ésta ya es otra historia que iremos contando.

Fuente: viajesalpasado.com

Con la colaboración de