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¿Permitirán las células madre recuperar los recuerdos perdidos?

La posibilidad de crear órganos con células obtenidas del propio paciente parece cada vez más real, aunque todavía tendrán que pasar años para que la esperanza se convierta en realidad

La medicina regenerativa parecía ya una apuesta pérdida hace sólo dos años. El milenio comenzó con una enorme ilusión en lo que se llamó la investigación con células madre, porque se creyó, con razón, que era posible crear órganos completos a partir de células obtenidas del cuerpo de los pacientes. La idea parecía redonda. De un plumazo, se acababa para siempre con el problema que plantea la necesidad permanente de tener que disponer de órganos para trasplantes y, además, los tejidos obtenidos de esta forma tendrían la ventaja de que no generarían rechazo.

El entusiasmo original se apagó pronto porque la ciencia comenzó dando pasos tan pequeños que parecían fracasos. En realidad eran éxitos, que se han hecho realidad en los últimos doce meses. Cuatro equipos de investigación, entre ellos uno español, han logrado producir en el último año cuatro 'miniórganos', que han vuelto a encender la llama de la esperanza. Un equipo de Japón fue el primero en lograrlo al presentar al mundo un pequeño hígado, perfectamente vascularizado y capaz de generar células hepáticas. Casi al mismo tiempo otros tres grupos presentaron resultados de iniciativas similares con tejido pulmonar, riñones -en una investigación liderada por el grupo español de Juan Carlos Ispizúa- y cerebros, que es lo que más llama la atención. ¿Serán los laboratorios capaces de generar tejido cerebral? ¿Podrán transplantarse, como hizo en la ficción en doctor Frankenstein? ¿Permitirá un implante de células madre de este tipo superar el alzhéimer o el párkinson? Y si es así, ¿se recuperarán también los recuerdos?

"Cuando se plantean todos estos interrogantes, entramos ya dentro del plano de la ciencia ficción. No sé qué ocurrirá en el futuro, porque en ciencia no puede hablarse de plazos, aunque, desde luego, lo lógico es suponer que los avances en materia neurológica sean previsiblemente los últimos en llegar", explica la investigadora vasca Cristina Eguizabal, neurobióloga de Vitoria y responsable de la Unidad de Investigación del Centro Vasco de Transfusión y Tejidos Humanos. El cerebro, según detalla, no es sólo un músculo como el corazón o los riñones, sino que en su interior está la esencia misma de la persona. Su pensamiento, su forma de razonar, su manera de amar, de enfrentarse a la vida. ¿Pueden las células madre recuperar ‘el disco duro’ del ordenador central?. "A lo largo de nuestra vida, bien podríamos asistir a cirugías en las que se reparen los daños ocasionados en un corazón infartado con células cardiacas obtenidas del paciente. Eso es más real", contesta.

No tan nueva

Eguizabal ofreció hace unos días una conferencia a los profesionales sanitarios del hospital de Cruces sobre los avances logrados en el conocimiento de la terapia celular. El más significativo de todos ellos son las denominadas células IPS, células adultas que mediante una técnica de laboratorio pueden dar lugar a células de cualquier tipo, de hígado, corazón, piel, de lo que sea. El hallazgo sirvió a sus descubridores, el japonés Shinya Yamanaka y el británico John Gurdon a ganar el premio Nobel de Medicina de 2012. "¡Que nadie sufra un momento de pánico!", exclama con humor la investigadora vasca. "Hemos descubierto algo con un potencial terapéutico enorme, pero todavía no estamos en condiciones de utilizarlo en hospitales y centros sanitarios. La investigación continúa; y los trasplantes convencionales, de momento y por muchos años, también", detalla.

La terapia celular, pese a lo que pueda parecer, no es nueva. Los famosos trasplantes de médula, que se utilizan como tratamiento frente a la leucemia y otras enfermedades de la sangre, son en realidad una forma de terapia celular, según explica Cristina Eguizabal. Células madre obtenidas de la sangre, la cadera o de cordón umbilical se trasfunden al sistema circulatorio del paciente con el fin de que aniden en su médula y comiencen a generar nuevas células sanas. Además de éstas existen otras, que se llaman mesenquimales, presentes en la grasa del cuerpo, con una importante capacidad regenerativa. Se utilizan generalmente en los servicios de traumatología para favorecer la regeneración de tejido, fundamentalmente hueso y cartílago.

Caminos abiertos

Las más potentes de todas son las células madre embrionarias, las que se extraen de los embriones, por su enorme potencialidad para transformarse en cualquier tipo de órgano y de tejido. Su uso planteaba tanto conflicto ético, que la ciencia se vio en la necesidad de ‘inventar’ algo que diera el mismo servicio y no generara tanta discordia entre los científicos. Para evitarlo, comenzaron a utilizarse células madre adultas, que tienen esa misma capacidad pero limitada. Sólo pueden favorecer la generación del tejido para el que están programadas. Corazón, hígado, páncreas, lo que sea.

Las IPS, diseñadas por los premios Nobel de 2012, reúnen las ventajas de ambas y alguna más. Son células somáticas del paciente (es decir, que no son células madre), pero sometidas a un proceso de laboratorio acaban convertidas en células adultas pluripotentes, es decir con capacidad de llegar a ser lo que el científico quiera. Las extraen de la piel y para transformarlas en IPS les añaden genes que regulan la primera fase del proceso reproductivo celular, llamado de la transcripción. Este mecanismo permite obtener cualquiera de los más de 220 tipo de unidades celulares existentes en el organismo.

El hallazgo, que ya era potentísimo, ha sido superado hace apenas un mes por otro equipo nipón, que ha conseguido lo mismo, pero de una manera mucho más sencilla: "estresando" las células. El grupo liderado por la bióloga Haruko Obokata ha descubierto que con sólo introducirlas en ácido consigue los mismos resultados de reprogramación que Yamanaka y Gordon. "El de las IPS es un campo que merece la pena aprovechar para la investigación de enfermedades. En los años 70 parecía de ciencia ficción que una mujer tuviera un hijo por inseminación in vitro. Medio siglo después, esas mismas técnicas nos permiten engendrar niños libres de enfermedades hereditarias", concluye la neurobióloga vasca.

Fuente: elcorreo.com

Con la colaboración de