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Por qué los medicamentos contra el Alzheimer pueden hacer más mal que bien

Cuando las barbas de tu vecino veas cortareX03 A finales de octubre, la Comisión de Transparencia de la Alta Autoridad Francesa de Salud (Haute Autorité de Santé, HAS), solicitó que se dejasen de subvencionar cuatro de los medicamentos más utilizados para combatir el alzhéimer, ya que sus efectos son, “en el mejor de los casos, mínimos”.

El veredicto publicado por el HAS resultaba tremendamente duro con cuatro de las medicinas empleadas con mayor frecuencia para combatir el deterioro cognitivo: se trata del donepezilo (comercializado como Aricept), la memantina (Ebixa), rivastigmina (Exelon) y la galantamina (Reminyl), cuya utilidad ha sido calificada por dicha oficina como “insuficiente”. Es decir, una clasificación que según su criterio no justifica “que sean soportados por la sociedad”. Además, añaden, estos medicamentos provocan peligrosos efectos secundarios que pueden causar más mal que bien a los pacientes.

Según señalaba la nota de prensa publicada por la organización francesa, la utilidad de estos medicamentos “solo está demostrada a corto plazo, sobre todo en lo que atañe a los problemas cognitivos, y tan solo en los estudios clínicos confrontados con placebo en los cuales la pertinencia clínica y la aplicación a circunstancias reales no está asegurada”. Además, añadían que estos estudios suelen realizarse con personas más jóvenes de las que normalmente suelen sufrir deterioro cognitivo.

Sin embargo, la ministra de Salud francesa Marisol Touraine explicó inmediatamente que se oponía al veredicto de la HAS y que seguiría reembolsando a los 850.000 pacientes de alzhéimer que existen en Francia el dinero del tratamiento, al menos hasta que se diseñe un nuevo protocolo para estos casos. Sin embargo, hay algo que está claro: la guerra entre detractores y defensores de estos medicamentos ha estallado y probablemente muy pronto se traslade a los países vecinos.

¿Para qué sirven de verdad?

Conviene recordar que el informe de HAS hace referencia a tan solo cuatro medicamentos utilizados contra el Alzheimer, y que tanto en Francia como en España, están cubiertos por la Seguridad Social. Tanto el Aricept (donepezilo) como el Exelon (rivastigmina) y el Raminyl (galantamina) son inhibidores de la descomposición de la acetilcolina en el cerebro, y por lo general, son utilizados para el tratamiento de los síntomas de grado leve del deterioro cognitivo. La memantina (Ebixa), además, bloquea los efectos tóxicos asociados con el exceso de glutamato y regula la activación de este.

¿Cuál es el problema con estos medicamentos? Sus detractores suelen recordar que, por lo genenal y en el mejor de los casos, no son más que un complemento para una intervención mayor y mucho más global sobre la enfermedad. El informe de HAS recordaba que el tratamiento de este deterioro cognitivo debe tener en cuenta a los pacientes y sus familiares, y además, tener “un enfoque no farmacológico, global y pluriprofesional” a través de intervenciones que sirvan para mejorar la calidad de vida del paciente, su estimulación cognitiva y la promoción del ejercicio físico

La Fundación Alzheimer España se manifiesta en la misma línea. Según indica en su página web, los medicamentos no son una panacea: “Sus acciones están limitadas y no se conciben sin acercamientos terapéuticos no farmacológicos como la psicoestimulación, la reminiscencia del pasadoeX03 u otras técnicas de estimulación de las facultades intelectuales y físicas”. Además, también recuerdan sobre medicamentos inhibidores de la colinesterasa como el Aricept, el Exelon o el Reminyl que su efecto es “meramente sintomático, principalmente sobre la memoria y las actividades de la vida diaria”.

“Los enfermos que responden al tratamiento representan alrededor del 30 al 40% de los casos”, explica la Fundación. “Los otros, es decir, del 60 al 70% son 'no responders', lo que quiere decir bien claro que no sacan ventajas terapéuticas del tratamiento”. En cualquier caso, su eficacia se limita al inicio de la enfermedad, por lo que, salvo en el caso de Aricept (donezepilo) tan solo se utilizan en los primeros compases del tratamiento. La Fundación basa sus recomendaciones en varias investigaciones realizadas sobre los efectos de estas medicinas, como la publicada en 2009 en la revista 'Current Medical Research and Opinion' o la editada en 2008 en 'Journal of Clinival Interventions in Aging'.

¿Y los efectos secundarios?

Como hemos visto, muchos ponen en duda la efectividad de estos medicamentos y temen que sean utilizados por parte de algunos profesionales como una única herramienta para tratar el deterioro cognitivo. La HAS, además, añade que las contraindicaciones relacionadas con estos medicamentos no compensan sus “moderados” efectos positivos. Por lo general, estos pueden causar náuseas, vómitos, diarrea, calambres musculares o pérdida de peso, que empeoran la calidad de vida del paciente si lo farmacológico no se complementa con otras estrategias.

Otra dificultad, añade la HAS, es que es posible que estos medicamentos no se estén recetando correctamente. “No es posible verificar si las condiciones de utilización de estos medicamentos, tal y como son definidos por la Comisión de la Transparencia en 2011 (reevaluación de la prescripción seis meses después, toma de decisiones en reuniones pluridisciplinares después de un año) se están poniendo en marcha”, explica. Además, los efectos secundarios habituales como los problemas digestivos, cardiovasculares y neuropsiquiátricos, “potencialmente graves” en opinión de la agencia, pueden alterar la calidad de vida de los pacientes.

Como indica el doctor François Chast en un fragmento de su libro “Les médicaments en 100 questions” que ha sido reproducido en las páginas de la edición francesa de “The Conversation”, “la eficacia del donezepilo, de la galantamina y de la rivastigmina para el tratamiento de pacientes de gravedad moderada a severa moderada, y de la memantina para los pacientes severos moderados a severos, es modesta”. Por el contrario, afirma el farmacéutico y miembro de la Sociedad de Historia de la Farmacia, “la prevención a través de la estimulación cognitiva de los pacientes por personas motivadas y que despliegan una actitud positiva, respetuosa y centrada en la persona, parece ser un elemento cardinal”.

Al fondo de este debate se encuentra la sempiterna lucha por la financiación de los medicamentos. Muy probablemente, la ministra Touraine sea consciente de que sacar de la protección pública cuatro medicamentos para el tratamiento del alzhéimer es una medida completamente impopular. Además, recoge los miedos de organizaciones como France Alzheimer, que razonablemente temen “que los pacientes dejen a consultar a un médico que no les va a prescribir ninguna pastilla”.

Lo que está claro es que, tarde o temprano, el debate llegará a otros países como el nuestro. Mientras tanto, el tiempo corre en contra de las 600.000 personas que en nuestro país sufren alzhéimer. Un número que parece casi bajo en comparación con los 1,5 millones de casos que puede haber en nuestro país en el año 2050, de mano con el envejecimiento de la pirámide poblacional, según los cálculos de la Sociedad Española de Neurología.

Fuente: El Confidencial

Con la colaboración de