Muchas pruebas de neuroimagen se usan sólo una vez, por un solo médico, para un solo paciente, y luego se archivan. Esto representa un despilfarro de recursos. Millones de estas imágenes del cerebro de pacientes que acumulan polvo en los archivos de los hospitales podrían ser un auténtico tesoro oculto en el que descubrir, por ejemplo, biomarcadores tempranos de la demencia. Este tesoro de datos clínicos sin explotar debería facilitarse a los investigadores, reclama en la revista “Nature” Alan Moody, jefe del departamento de Imagen Médica de la Universidad de Toronto, en Canadá.
Y es que esas imágenes constituyen una auténtica biblioteca visual que ahora nadie consulta pero que podría permitir a los investigadores y clínicos identificar tendencias y correlaciones que ayuden en el tratamiento y diagnóstico temprano de enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer o el Parkinson.
Esos datos son gratuitos, ya han sido pagados por los sistemas sanitarios actuales. “Por lo tanto, podríamos sentar, sin costo alguno, las bases para estudios poblacionales que de otra forma serían financieramente insostenibles. Consideremos, por ejemplo, el reto que supone la demencia. Idealmente, el objetivo sería la identificación de las personas en riesgo para implementar medidas de prevención y tratamiento precoz. Las pruebas de neuroimagen podrían ser la clave”.
Pero en las primeras etapas de la demencia las pistas observables suelen ser sutiles e identificarlas requiere investigar un pequeño subconjunto de la población que está en esa etapa. “Reunir un número suficiente de personas apropiadas para el estudio sería muy costoso. Sin embargo, los pacientes con síntomas potenciales de demencia incipiente, como los pequeños olvidos, pueden ya haber sido sometidos a pruebas de imagen el curso de sus consultas médicas”, señala Moody. Las señales que delatan su deterioro incipiente pueden estar ya “fotografiadas” y archivadas, en espera de que alguien las descubra.
Nueva mirada
Parafraseando a Goytisolo, una prueba de neuroimagen sola, “tomada de una en una, es como polvo, no es nada”. Pero miradas en conjunto “permitirían que la pequeña señal contenida en las imágenes de pacientes individuales, que denotan la enfermedad subclínica temprana, sobresalieran por encima del ruido de fondo”, opina Moody.
El análisis de esos datos podría aportar resultados más potentes que los que provienen de iniciativas como la de “neuroimagen de la enfermedad de Alzheimer” o “la red canadiense de imagen de aterosclerosis”. El motivo, explica, es que en estas redes los pacientes reclutados ya tienen enfermedad de forma manifiesta. Sin embargo, asegura Moody, es necesario “explorar las primeras etapas de la enfermedad, las presintomáticas, a nivel poblacional”. Y ese trabajo ya está hecho. Por eso urge “crear un depósito de datos de las pruebas de imagen almacenadas y ponerlas a disposición de todos los investigadores”, que no esté limitada por las fronteras.
Para esto haría falta formar especialistas capaces de detectar las señales que surgen del análisis de ese conjunto de imágenes, en contraposición a la especialización actual en interpretar una única imagen para hacer un diagnóstico lo más ajustado posible. Las digitalización habitual de estas pruebas de neuroimagen facilitaría esa tarea. Queda resolver una cuestión ética: la autorización de los pacientes, que podría sustituirse por el permiso institucional de los centros donde se almacenan, manteniendo el anonimato de los pacientes.
Potente herramienta
Manejar tal cantidad de datos supone contar con una nueva y potente herramienta para acelerar no sólo el descubrimiento de biomarcadores sino el desarrollo incluso de terapias más efectivas. Esa gran cantidad de pruebas que contienen importante información ahora oculta y desaprovechada, entra dentro de lo que hoy se conoce como “big data”, que el Foro Económico Mundial considera una nueva clase de activo económico, comparable a materias primas como el oro. Hay que ponerse manos a la obra para poner en marcha una “minería de datos” que saquen a la luz los tesoros ocultos que esa cantidad ingente de pruebas clínicas almacenan ahora recubiertas de polvo. “Las instituciones que acepten este desafío (eX03) recogerán los frutos de la abundancia de datos” que esta moderna fuente de recursos contiene.
Fuente: abc.es