Dependiendo de la intensidad del ronquido se puede molestar a la pareja, a la familia, a los vecinos de planta o a toda la escalera. Y si el ronquido, con independencia de sus decibelios, es entrecortado, puede ser síntoma de apnea, una enfermedad que investigadores españoles relacionan con la evolución del cáncer y de la que investigan su relación con el Alzheimer. Para el jefe de grupo del Centro de Investigación Biomédica en Red de Enfermedades Respiratorias (CIBERES) en el Institut de Recerca Biomèdica de Lleida y director científico del CIBERES en la Comisión Permanente del Instituto de Salud Carlos III, Ferran Barbé, prestar atención al ronquido sirve de mucho: puede dar la alarma. Si es entrecortado hay que acudir al médico.
Ferran Barbé asegura que molestar más allá de los vecinos es poco habitual, aunque no son pocas las personas que cuando viajan suelen pedir una habitación aislada al final del pasillo para incordiar lo menos posible. Su experiencia le permite distinguir rápidamente a posibles afectados: "Cuando voy por la calle me fijo en la cara de la gente y distingo las personas que pueden roncar de las que no lo hacen. Es deformación profesional, lo reconozco, pero viendo la cara de la gente casi sabes cómo duermen y cómo roncan".
Cuenta el jefe del servicio de Neumología del Hospital Arnau de Vilanova de Lleida que roncar está ligado a la edad, al peso y también a cómo se respira por la nariz o cómo se respiraba en la infancia. También explica que hay personas -tanto hombres como mujeres- que tienen una mandíbula pequeña y un poquito hacia atrás que favorece el ronquido.
Barbé resalta que, más o menos, roncan el 70% de los hombres y el 50% de las mujeres después de la menopausia. Afirma tajante que a los médicos sólo les preocupa el ronquido en los adultos cuando es entrecortado, por mucho complejo que cause al afectado o por mucho que moleste a la pareja. "Roncar de forma entrecortada puede ser un síntoma de alarma de que esa persona sufra apneas. Si tiene estas características hay que acudir al médico", afirma Barbé.
"Roncar -prosigue- no es un problema de salud, una persona que ronque no tiene que ir necesariamente al médico. Sería como considerar que las patas de gallo son un problema de salud, aunque haya gente que está acomplejada por ellas o que la pareja quiera que estemos divinos de la muerte y nos pida que las quitemos". Las personas que llegan a las consultas de su unidad del sueño -repartida entre el Hospital Arnau y el Santa Maria- lo hacen porque además de roncar o tienen sueño o cansancio durante el día, notan que el ronquido es entrecortado o sus parejas les advierten que además de roncar, paran de respirar.
El 85% de las pruebas de sueño que se hacen muestran alteraciones. Algunas se pueden corregir con un cambio de estilo de vida, perdiendo un poco de peso, evitando dormir boca arriba -es decir, dormir preferentemente de lado- o evitar el alcohol cuatro horas antes de ir a dormir.
Para quienes sufren apnea, una de las soluciones es dormir con una mascarilla que ayuda a respirar. En Catalunya 75.000 personas duermen en su casa con un aparato anti-apnea, al que sin embargo no se adaptan un 30% de usuarios. Asegura Barbé que hay pocas cosas tan gratificantes para un médico como poner el tratamiento: "La persona cambia como de la noche al día", aunque en ocasiones tengan que aguantar comentarios de sus familiares que les comparen con un marciano o un elefante. "Yo he visto muchas cosas, pero recuerdo una paciente que me preguntó si su marido tenía que llevar la máscara cada noche o podía descansar a temporadas. Lo que contaba esa señora es que desde que su marido ya no tenía apneas lo que sí tenía era un gran apetito sexual. Se ve que hizo un cambio radical", relata el médico.
Los ronquidos y la conducción
Un camionero leridano que usa la mascarilla y prefiere mantenerse en el anonimato -teme represalias de Tráfico por el hecho de sufrir apnea- explica que en los dos años que utiliza el aparato al que tanto le costó adaptarse, su vida ha cambiado: "Me levantaba cansado, con la boca seca y con dolor de cabeza y ahora me levanto descansado". Relata también que fue su mujer quien le convenció de que fuera al médico después de haberle grabado en un par de vídeos. "Cuando los ví, yo me dí hasta miedo", recuerda.
Para el doctor Barbé, es preciso cambiar la actitud de muchos pacientes a la hora de conducir, porque unidades del sueño de varios hospitales han investigado mucho sobre apneas y accidentes y han trabajado "codo con codo con Tráfico". En este sentido señala que en 1997 pasó a ser una enfermedad de declaración obligatoria y apunta que a un conductor con apneas lo que Tráfico le exige año tras año es que demuestre que sigue un tratamiento adecuado. El profesional de la conducción tendrá que demostrarlo cada año y el no profesional cada dos años.
Para Barbé, el hecho de que la enfermedad esté diagnosticada y tratada significa que baja el riesgo de que tenga un accidente quien la sufre, por lo que con estas investigaciones se ha protegido al conjunto de la sociedad. Lo que ocurre, dice, es que en la práctica hay muy pocas personas que cuando van a renovar el carnet de conducir explicitan que sufren apnea. Asegura saber de primera mano que los taxistas se recomiendan entre ellos no explicar en Tráfico que duermen con la máscara, por si no les renuevan el carné, aunque es un temor sin fundamento.
La investigación en apnea del sueño en España es potente, relevante y visible. Cuenta el neumólogo que España ha destapado a nivel mundial la relación entre cáncer y apnea del sueño fundamentalmente con el trabajo del grupo del Clinic, de Ramon Farré y Joan Maria Montserrat, que han comprobado que los ratones con células de cáncer y con apnea padecían un crecimiento más rápido del cáncer. "Nosotros -apunta Barbé, en referencia a Lleida- vemos como a nivel de pacientes si se tiene apnea del sueño hay más riesgo de desarrollar un cáncer y de morir de cáncer. Esto que vemos aquí se ve también en estudios en EE.UU. y hace un par de meses se ha visto en estudios de Australia y Taiwan. Poco a poco afloran evidencias de una asociación entre los dos problemas". Y cuenta más: hace sólo dos meses ya se ha visto que cuando un paciente duerme con la máscara los genes que tienen que ver con el cáncer están más tranquilos. "Es como si fuese un mecanismo protector, aunque esto es todo muy nuevo y no hay que alarmar. Ahora trabajamos sobre melanoma y apnea del sueño y en cambio vemos que se puede relacionar la agresividad de los melanomas con que se tenga o no apnea".
Relación con el Alzheimer
Nuevas investigaciones buscan también conocer la relación con el Alzheimer. La Fundación La Marató de TV3 ha seleccionado entre sus beneficiarios al proyecto Impacto de la apnea obstructiva del sueño en la evolución de la Enfermedad de Alzheimer del coordinador de la Unidad de Trastornos Cognitivos ubicada en el Hospital Santa María de Lleida, Gerard Piñol.
"Se trata de conocer si los pacientes con Alzheimer que son roncadores progresan peor que los que no los son", señala Piñol. "Esto que parece tan básico, no lo sabemos", apunta. El estudio busca evidencias en personas sanas sin problemas de memoria, que rondan los cincuenta y que roncan y tienen trastornos del sueño, por si acumulan una proteína llamada amiloide que se deposita en casos de Alzheimer: "Disminuyen sus niveles en el líquido cefalorraquídeo, lo que indica que se está acumulando más en el cerebro. Se ha apreciado en gente sana y no sabemos si es suficiente para acabar produciéndose Alzheimer, pero es un dato bastante novedoso". La idea del equipo de Piñol es comprobar en gente que ya tiene la enfermedad si roncar acelera el proceso.
La investigación incluye estudios con animales, junto a la Universidad de Barcelona y David Gozal, de la de Chicago. "A un grupo de ratones transgénicos con Alzheimer les provocaremos una apnea del sueño y a otro grupo microdespertares. Lo que no queda muy claro es si los incrementos de niveles de amiloide son por la hipoxia intermitente o es por la fragmentación del sueño", avanza Piñol.
Aunque no le ha llegado el dinero de la beca, los investigadores ya han reclutado a 15 personas con Alzheimer, que estén en una fase muy leve y tengan entre 70 y 84 años. Les harán un seguimiento del sueño y de la enfermedad. En tres años prevén estudiar 140 casos.