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Refuerzos guipuzcoanos

Voy de camino al Mediterráneo con la grata compañía de varios miembros zarauztarras de Afagi

QUE te acompañen en el camino siempre es de agradecer. Que además de acompañarte te transporten la mochila es de agradecer mucho más. Pero, además, si los acompañantes son guipuzcoanos (en este caso de Afagi, la Asociación Guipuzcoana de Familiares de Personas con Alzheimer), te aseguras el aprovisionamiento diario de frutas y demás viandas que ofrece la madre naturaleza en las campiñas francesas, con ese olfato quasigenético del pueblo guipuzcoano para arramplar con todo lo que surge de las entrañas de la tierra. Hasta garbanzos verdes hemos tenido para almorzar merced a la habilidad de Fidel, amén de albaricoques, guindas, cerezas, melocotones y todo lo que aparecía a mano.

Lo de las setas en tierras navarras no es algo accidental, es solo un producto más. La agradable sorpresa de encontrarme con Fidel, Pilar, Rafa y Lourdes, todos zarauztarras, llego en Montperioux, después de una dura semana atravesando el Macizo Central francés por el Parque Natural del Languedoc, una travesía preciosa pero excesivamente dura para tratarse del Camino de Santiago.

Y es que aquí, como en casi todas las partes, hay un excesivo número de senderistas metidos en las Asociaciones de Amigos del Camino de Santiago, empeñados en marcar los perfiles más duros posibles para garantizar los mejores paisajes, pero una cosa es la clásica etapa mañanera y otra muy distinta meter 40 kilómetros subiendo y bajando sin descanso, como es el caso de la etapa entre Saint Guilhem le Désert y Lodéve. Había que recordar a los senderistas camuflados que quien sobrevive a esa etapa todavía debe afrontar más de 1.500 kilómetros para llegar a Santiago de Compostela y una cosa es evitar la carretera y otra muy distinta buscar los caminos imposibles con pendientes del 25% y piedra suelta. Yo no la pude acabar y me quedé en Montperioux, justo a tiempo para la llegada de la flota guipuzcoana.

A partir de ahí, el camino se suaviza buscando el Mediterráneo, con Montpellier como horizonte. Ahí tuvimos otra sorpresa agradable cuando nos esperaban en la plaza de la Comediè miembros de France Alzheimer de dicha ciudad que nos ofrecieron toda la hospitalidad del mundo y una suculenta comida. En francés, en inglés, en castellano, lo único que quedo claro en la sobremesa es que el Alzheimer habla un lenguaje universal.

Y desde Montpellier, tres etapas más en mitad de la Francia taurina, con encierro incluido en Saint Gilles, para desembocar en Arles a través de la marismas del Ródano y tratando de evitar la invasión de mosquitos de la zona. En Saint Gilles había fiestas y tocaba el grupo de música local. Mosquitos Paradise se llamaban y no es para menos. Las lociones contra los insectos se venden hasta en las carnicerías. Una invasión.

En Arles, el Camino deja ya las tradicionales rutas de Santiago, aunque sea a la inversa, y las próximas semanas serán una inmersión en la Vía Domitia, la que une Arles con Montgevere en plenos Alpes franceses y hace frontera con Italia. La marcha transcurre de forma agradable y sin sobresaltos, salvo los habituales de Barbarroja y sus secuaces, actualmente sentados en el consejo de administración de Telefónica.

Fuente: deia.com

Con la colaboración de