La relación entre nutrición y Alzheimer puede abordarse desde tres perspectivas. En primer lugar, desde la influencia que pueden tener ciertos factores nutricionales en la prevención o en la progresión de la enfermedad; en segundo término, a partir del impacto que tiene la patología en el estado nutricional, y a través del papel que puede desempeñar la alimentación como herramienta terapéutica.
La evidencia actual sugiere que la nutrición ocupa un espacio relevante en el desarrollo y progresión de esta dolencia, ya que muchos mecanismos fisiopatológicos se encuentran modulados por nutrientes, en particular, los ácidos grasos poliinsaturados n-3 de cadena larga y ciertos antioxidantes, como alfatocoferol, vitamina C y polifenoles, que podrían tener un efecto protector.
Por el contrario, un patrón de dieta con exceso de energía, grasas saturadas, ácidos grasos trans, azúcares refinados y alimentos procesados se asocia con una mayor incidencia de Alzheimer.
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