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Repollos de Betanzos contra el olvido

Un grupo de enfermos de alzhéimer trabajó ayer en los invernaderos de Covas Vegetal en un taller organizado para avivar su memoria y aumentar su autoestima

Algo tan sencillo como remangarse la camisa y hundir las manos en la tierra para plantar repollos de Betanzos puede tener insospechados efectos terapéuticos en una persona con alzhéimer. Lo cuenta entusiasmada Noelia Ríos Pérez, terapeuta ocupacional y coordinadora del Centro de Día de la Asociación de Familiares de Enfermos de Alzhéimer (Afal), que ayer guio a ocho usuarios de la asociación en una visita a las instalaciones de la empresa Covas Vegetal.

Todos los mayores que participaron en la actividad atesoran un pasado relacionado con el mundo rural y, en Covas, pudieron evocar los recuerdos de aquellos tiempos con un taller en el que comprobaron cómo se realiza la recolección de guisantes y plantaron el famoso manjar verde de Betanzos en unos semilleros.

«Está demostrado que los enfermos de alzhéimer se involucran mucho más en las actividades de estimulación cuando estas guardan relación con su historia de vida o con sus intereses y gustos y, por eso, este taller resulta tan interesante para las personas que durante su vida trabajaron en el campo», explicaba Noelia ya casi al final de la visita.

De esos beneficios pudo dar buena cuenta Luis, uno de los participantes de la actividad, que disfrutó de lo lindo explicando a sus compañeros qué vainas de guisantes estaban ya listas para la recolección y cuáles no y recordando cómo su padre le enseñó a trabajar la tierra desde muy joven. «A mín sempre me gustou moito o traballo no campo, porque, aínda que é moi duro, che asegura que sempre vas ter que comere e non che vai faltar de nada», comentaba satisfecho poco después de plantar los repollos.

Muy cerca de él, Noelia traducía su entusiasmo en una lista concreta de beneficios: «Además de avivar sus recuerdos y conectarlos con su pasado, esta actividad también les sirve para mantener destrezas que ya tenían aparcadas, aumentando su autoestima al ver que son capaces de hacer algo que dominan por sí mismos y sin ayuda de nadie».

Por si eso fuera poco, plantaciones como las de ayer también contribuyen a mejorar la psicomotricidad fina de los enfermos y, en el plano social, despiertan sus ganas de relacionarse para hablar a los demás de un mundo, el del campo, que ha estado íntimamente ligado a su vida. «¿Por qué en vez de venir aquí no nos vamos a un museo? -advertía Noelia- Pues porque, en el caso de estas personas, un museo no guarda ninguna relación con sus vidas, y por lo tanto, no tiene ningún poder evocador».

Fuente: lavozdegalicia.es

Con la colaboración de