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Saber de memoria

Cuidadores de enfermos de Alzheimer asisten a un taller para aprender a reducir la ansiedad y los miedos

Sanidad. La incertidumbre es el peor de los enemigos de cualquier cuidador de un enfermo. Por eso, desde el servicio de Neurología del Centro de Especialidades, dirigen talleres a personas que se hacen cargo de pacientes de Alzheimer, en los que les ofrecen una información valiosa sobre este problema, que ellos mismos enriquecen con sus experiencias.

Alberto Arroyo, a sus 83 años, tiene establecido un gran plan de entrenamiento para estar al 100% con la que sigue denominando «su chica». Y es que, después de más de 60 años de noviazgo y matrimonio, dice que la sigue amando con locura, aunque a veces le confunda con su padre. A diario, hace su gimnasia, lee prensa, ve la tele, escucha música, canta lírica... Todo con el objetivo de mantenerse en forma, tanto psíquica como físicamente, para poder seguir siendo el principal apoyo de su mujer, que tiene diagnosticado Alzheimer desde hace dos años y no puede andar por lesiones en la cadera.

La última táctica de este señor, que asegura que no se puede permitir perder la sonrisa, ha sido apuntarse a uno de los cursos orientados a familiares y cuidadores de enfermos con este problema, que imparte el servicio de Neurología del Departamento de Salud de la Marina Baixa en el Centro de Especialidades de Benidorm.

Por esta iniciativa pionera ya han pasado desde su creación alrededor de 500 personas. A cada sesión asisten una media de 10-12 cuidadores, que se dedican a escuchar los consejos y pautas que les ofrecen profesionales como Vega Díaz, enfermera del servicio de Neurología y responsable de estos talleres.

Díaz sostiene que en estos cursos, sobre todo, combaten la incertidumbre. «Muchas veces, el hecho de no saber cómo actuar ante los trastornos de conducta propios del Alzheimer, genera muchos nervios y la gente tiende a llamar corriendo a Urgencias. Dichos trastornos los sufre un 90% de estos pacientes y pueden derivar en actitudes agresivas, alucinaciones, desconfianza máxima, negarse a los cuidados... Para los suyos siempre es muy duro. Lo que intentamos es que se relajen aportándoles estrategias sobre cómo actuar en esos casos», indica esta profesional, que también trata de convertir a todos sus alumnos en futuros profesores de la gente que llega más «novata».

«La verdad es que lo de "mal de muchos, consuelo de tontos" quizá es un dicho equivocado. Escuchar a personas que les ocurre lo mismo que a ti siempre ayuda», indica Javier Couto, que convive en su casa de Altea con el tío de su mujer, que se encuentra en un estadio bastante avanzado de Alzheimer. «No anda y lo tenemos que levantar para comer. Al final, son 24 horas de asistencia y tenemos que adaptarnos a él según se despierta», explica.

La enfermera responsable de los cursos indica que, en general, «las personas que ejercen de cuidadores no vigilan su salud. Existen pequeñas señales de alarma como pueden ser dolor, tristeza, insomnio... a las que pueden no dar importancia y significar, sin embargo, el comienzo de un mal estado si no se remedia».
Por ejemplo, Soraya Fernández, que también asiste a estos talleres, sufre una úlcera en el estómago a causa de los nervios que le ha ocasionado tener que hacerse cargo de la enfermedad de su abuela, tras morir su madre hace un año.

«Vivo en una casa pequeña en Benidorm con mi marido, mi hijo de diez años y ella. Es duro porque muchas veces se mete con mi hijo, con el que tiene que compartir habitación, o se levanta en mitad de la noche, se desnuda y se orina en el balcón. Para el niño también es muy fuerte», describe Fernández, a la vez que asegura que gracias a este curso va encontrando pautas para tratar a su abuela. «Sobre todo, no hay que llevarle la contraria bajo ningún concepto. También me han enseñado algunos trucos, como ponerle la medicación en la comida, sin que se dé cuenta», señala. Pero si hay algo importante que ha aprendido en este curso es a explicarle a su hijo cómo debe tratar a su abuela. «Cuando veas que se pone un poco agresiva o te insulte, tú pasa de la abuelita», le dice a su pequeño esta mujer de 38 años.

Vega Díaz advierte de que con este tipo de enfermos es importante no buscar el enfrentamiento y tratar de reconducir su mente cuando comiencen con una paranoia. «Por ejemplo, si tu madre quiere sacar toda la ropa del armario, puedes acompañarle y tratar de cambiarle el paso diciéndole: "Mamá, dóblame los calcetines". Al poco tiempo se le suele pasar», dice.

Otro gran consejo que se da a todos los cuidadores es algo tan sencillo, pero tan difícil para algunos, como respirar. «Que saquen algo de tiempo libre para ellos, que hagan yoga, taichí, lo que sea con tal de relajarse y olvidarse del tema. Les enseñamos a que deben ser conscientes de poner límites a este papel de cuidador en favor de su autocuidado», argumenta la enfermera. El problema es que no todos tienen el apoyo familiar o económico para liberarse. De hecho, según esta profesional, el Alzheimer es un generador de muchos problemas familiares.

Soraya Fernández trató que algunos familiares que tiene en el norte le echaran una mano, «pero sólo se interesaron por el tema de la herencia y me dijeron que les avisara cuando falleciera». Lo bueno es que, desde hace 5 meses, le han concedido plaza para su abuela en un centro de día, donde se queda hasta las 20 horas. «Es muy duro lo que mi familia vive con esta enfermedad. Pero es que ella me crió a mí y la vida, al fin y al cabo, consiste en esto, en dar y recibir», subraya.

Fuente: diarioinformacion.com

Con la colaboración de