DESDE LA más remota antigüedad, nuestros ancestros mantuvieron un diálogo continuo con el Universo y con la naturaleza, descubriendo que todo estaba intercomunicado y que continuamente, a través de lo que observaban a su alrededor, podían entender lo que la naturaleza les hablaba.
Continuamente recibimos señales, señales que nos susurran cosas. Los vientos arrastran mensajes para todos. Se puede aprender mucho de los cantos de los pájaros que se acercan a las ventanas o del suave murmullo de las olas. Pero en un mundo como el actual, en el que vivimos con prisa, a veces no muy aconsejable, nos pasan desapercibidas.
Llevo dos semanas encontrándome con amigos y conocidos que me cuentan cosas con un mismo denominador común, el Alzheimer, y por si fuesen ya pocas las casualidades, un amigo me enseñó una carta que escribió su madre cuando sabía que sufría esta dolencia, pidiéndole perdón para cuando ya no recuerde ni que es su hijo