Imagina que te sacan de tu casa y, de repente, sin viajar, apareces en un lugar remoto, sin entender su lenguaje y sin poderte comunicar.
Nosabes dónde estás ni quién eres». De esta forma, Pilar Lavadero recrea con qué panorama se enfrentan cada día al despertar los enfermos de Alzheimer. La ayuda que esta voluntaria presta en la Asociación de Familiares de Enfermos de Alzheimer San Rafael de Córdoba se agradece en el mismo instante en que la realiza. Minutos más tarde, los enfermos no recordarán si ha pasado por allí o quién era. Sin embargo, Lavadero cree que cuando le dan la mano ya se lo están agradeciendo, en una sensación «entrañable», cuenta.
A Pilar le entró el gusanillo de hacer algo por los demás, y la cercanía de su casa con esta asociación le dio el empujón definitivo. Al entrar en los talleres de San Rafael le cambió la idea que tenía de esta enfermedad del olvido, y descubrió la dureza de convivir con un familiar así. A esos cuidadores, puntualiza Pilar, «hay que ponerles un monumento.
A estos mayores hay que cuidarles 24 horas, como si fueran niños pequeños pero con el agravante de que no saben quién eres, no reconocen ni a sus hijos».
Aún así, cada día, estos mayores le sorprenden. En flashes de lucidez son capaces de reaccionar de forma insólita.
De hecho, Pilar recuerda cómo se iba una tarde, y una asistente social le preguntó con cariño a la enferma que por qué no se despedía de Pilar, a lo que ésta respondió «no me despido porque quiero que venga pronto, que aquí hace falta mucha gente».
El voluntariado, asegura Lavadero, quienes lo hacen fácil son las p e r s o n a s que trabajan en la asociación San Rafael.
«Hacen que te sientas bien; te ayudan en el trato a los mayores, y a p r e n d e s con ellos», cuenta esta voluntaria.
De hecho, tuvo que aprender durante algunas de las partidas al bingo que juegan en la asociación con los enfermos a no adelantarse y esperar a que sea el propio enfermo el que busque y tache en su cartón el número que ha salido al extraer la bola.
Estos mayores disfrutan con cualquier cosa, y al bingo juegan bastante bien. Pero también tienen sus momentos de angustia cuando se dan cuenta de que son incapaces de reconocer a los demás o de recordar cómo se llamaban, si tienen familia o no o dónde están.
En estos momentos, Pilar les cambia el tema y hablan de cualquier otra cosa para evitar que estos pensamientos les entristezcan.
Lavadero reconoce que a la gente de la calle, que desconoce la enfermedad, «le da reparo ayudar a personas con Alzheimer porque todavía hay muchos perjuicios en torno a este mal del siglo XXI».
Aunque es duro este voluntariado, Lavadero espera seguir hasta que el cuerpo aguante. Los mayores le alegran la tarde al decirle «niña, qué haces por aquí», aunque no sepas muy bien si te recuerdan. A veces, incluso, cuenta Lavadero, te echan una pequeña bronca porque creen que llevas tiempo sin venir, aunque media hora antes hubieras estado con ellos en un taller recordando cómo se lee un periódico.
Leer el periódico
Las tareas a las que se dedican los voluntarios en San Rafael son múltiples. Desde ayudar en la administración de la asociación a leer el titular de un periódico, preparar cajas de colores o levantar su propia Cruz de Mayo.
Pilar hace, a través de ABC, un llamamiento a la sociedad y recordar «que esta enfermedad podemos padecerla cualquier día». De hecho, cuenta Pilar, «cuando llegué a la asociación me di cuenta que cada vez ataca a gente más joven, pensé en que una de estas señoras enfermas podría ser mi hermana mayor con apenas unos años más que yo».
Fuente: spypress.com