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Tú canta que yo recuerdo

Alumnos del centro Nuestra Señora del Pilar y enfermos de Alzheimer de Soria conforman un coro intergeneracional que lleva en pie desde hace seis años

A pesar de la brecha generacional, los ancianos del centro de enfermos de Alzheimer de Soria y los alumnos del colegio Nuestra Señora del Pilar han conseguido estrechar, a través de la música, un vínculo que perdura en el tiempo y que no entiende ni de memoria, ni está supeditado a la investigación o al apoyo financiero para lograr avances que palien los efectos de la que ya es la “pandemia” del siglo XXI.

Todos los viernes, nieve o haga calor, una docena de jóvenes de entre 15 y 17 años del centro Nuestra Señora del Pilar, perteneciente a los Padres Escolapios, acude al centro de día de la Asociación de Enfermos y Familiares de Alzheimer de Soria para cantar con los que son ya sus amigos, aquellos a quienes tienden su mano, a pesar de que en muchas ocasiones no obtienen una respuesta a su ofrecimiento.

Han conformado un coro intergeneracional en el que los niños cantan canciones del folclore español, aquellas que los abuelos conocen porque eran típicas de su época, pero que han quedado dormidas en algún rincón de su débil memoria a consecuencia de esta enfermedad degenerativa. “Cada joven tiene un anciano asignado, es decir, cada uno tiene su pareja y se hace responsable de los progresos de ambos”, explica el responsable de la organización de la actividad del colegio, Andrés Calavia.

‘Asturias patria querida’, ‘Desde Santurce a Bilbao’ y ‘Bésame mucho’ sirven de excusa para poner alerta su cerebro, subirles la autoestima y activar la relación entre el enfermo y el joven. Calavia precisa que uno de los momentos más emocionantes de esta actividad llega cuando se comprueba que un anciano, que ha estado una semana sin decir una sola palabra, se pone a cantar con su pareja e interactúa con ella, a pesar de que una de las primeras manifestaciones que tiene la enfermedad es el aislamiento social. “Este momento es muy emocionante y vivirlo no tiene precio”, puntualiza el maestro.

Estas canciones no han sido seleccionadas al azar, sino que el hecho de que sean tan conocidas es un medio terapéutico más para que los enfermos ejerciten los mecanismos de la memoria. El taller de musicoterapia está dirigido desde el centro por la educadora, Carmen Martínez, que se encarga de la estimulación cognitiva del enfermo y quien apunta que la actividad se realiza dos veces por semana y se complementa con otra de baile.

La musicoterapia es “trasversal”, ya que sirve para evocar las palabras y para activar la atención. “Hay enfermos que están muy deteriorados, que son incapaces de formar frases, y cantando le salen todas”, indica Martínez.

Además, el mayor beneficio de la actividad es que se promueve la relación entre ellos, ya que cuando la enfermedad está avanzada no son capaces de sostener una conversión y al cantar se socializan. “Les permite repartir las partituras, reírse. A veces, sale algún espontáneo cantando una jota y esto es un avance importante”, indica para decir que los ancianos que llegan nuevos al centro se “integran enseguida cantando” y se les van todos los miedos.

Esta enfermedad neurodegenerativa afecta al sistema cognitivo de las personas. Se caracteriza por la pérdida de capacidad intelectual, del lenguaje y la movilidad, aislando a quienes la sufren paulatinamente del mundo que les rodea. “Según los expertos, la música es una fuente de recuerdos y una manera de que, mediante el canto, los pacientes no pierdan la capacidad del habla. La musicoterapia se aprovecha de esas melodías que todos recordamos para estimular la memoria”, precisa la educadora quien esgrime que el beneficio es “inmediato” y que las personas que cantan se “desinhiben”, a pesar de que es imposible parar el avance del mal del Alzheimer. Martínez aboga por que hasta que llegue el fármaco que palie la enfermedad se procure proporcionar a los ancianos la mejor calidad de vida.

Beneficio para los jóvenes

La actividad también beneficia a los más jóvenes, según Calavia, quien afirma que los alumnos se ofrecen de forma voluntaria y sin presiones para participar en el coro. “Nos buscan para apuntarse”, insiste y destaca que se promueven valores como la solidaridad, el hacer algo sin esperar nada a cambio y adoptar una actitud responsable hacia los más desfavorecidos.

Afirma, además, que la relación que se crea entre jóvenes y abuelos es buenísima, tanto es así, que cuando un mayor fallece “deja sin pareja” a su amigo del coro. “Los jóvenes sufren y esto también les ayuda a encarar la vida con entereza, sabiendo que está plagada de dificultades que hay que sortear. La relación entre unos y otros es estupenda”, argumenta. Al final del curso, el coro, que ya tiene seis años de vida, deleita a los familiares de los enfermos con un concierto que desata emociones.

Con la colaboración de