En la lucha contra el alzhéimer, la epilepsia, la esquizofrenia y otras enfermedades caracterizadas por un desequilibrio en la actividad neuronal, hay armas químicas, como las que intentan evitar que los fragmentos proteicos conocidos como placas de beta-amiloide se desarrollen en la corteza cerebral, y físicas, como la estimulación eléctrica que permiten restablecer la funcionalidad de las células cerebrales. Este último recurso, que ya ha demostrado ser eficaz a la hora de modificar la actividad de la corteza cerebral, es hoy un arma de intervención general. Convertirla en una de precisión requiere del desarrollo de modelos del cerebro individualizados y predictivos que permitan identificar dónde y cuánto estimular a cada paciente. Para lograrlo, un equipo internacional, con participación española, trabaja en la creación de réplicas virtuales del órgano más desconocido del cuerpo: el proyecto Neurotwin.
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