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Un lugar para recordar la esperanza

La instalación que gestiona La Aurora en Los Gallos acoge a unos 30 pacientes Los talleres de estimulación cognitiva, la fisioterapia y la atención psicológica ayudan a estabilizar la enfermedad

La asociación de familiares y enfermos de alzheimer La Aurora gestiona ya, desde hace unas semanas, de las instalaciones del nuevo centro de día recientemente inaugurado en los Gallos. Juani Aragón, presidenta de la asociación, comenta en este sentido que "en los momentos tan difíciles que estamos viviendo seguimos en marcha gracias a las ayudas sociales que recibimos". Además, destaca la importancia de las ayudas recibidas para poder solventar algunos desperfectos existentes en el edificio y así poder ponerlo en marcha.

"Hemos saneado algunos desperfectos del centro, aunque aún nos quedan muchos por resolver. Por ejemplo, el aire acondicionado funciona sólo en algunas salas y en todas las dependencias falta mobiliario", explica. Aunque recalca que lo más urgente en estos momentos para poder prestar el servicio que ofrece esta asociación es un nuevo vehículo, ya que acogen alrededor de 26 usuarios a los que tienen que trasladar diariamente y las dos furgonetas de las que disponen no son suficientes. "Normalmente tenemos que usar los vehículos propios de los trabajadores para poder dar el servicio", añade. No obstante, manifiesta que "hay una gran diferencia entre el centro antiguo y el nuevo, mientras que antes teníamos un salón para trabajar con todos los enfermos, ahora disponemos de una sala para cada fase y podemos realizar talleres especiales". El trabajo físico también se ha visto mejorado, ya que ahora pueden dar un paseo con los abuelos por los corredores o al aire libre, comenta.

Además, recientemente han recibido la declaración de asociación de utilidad pública, por lo que en breve podrán iniciar los trámites para solicitar el concierto con la Junta que les permita ofertar plazas concertadas para ampliar sus servicios.

Así, la especialista en Trabajo Social del centro explica que el alzheimer se divide en tres fases, en la primera el deterioro es superficial, puesto que los pacientes aún son autónomos, solo son visibles algunos detalles de desorientación. En la segunda fase van perdiendo las capacidades de atención, percepción y la noción del tiempo. Por último, "es la fase más dura, cuando apenas tienen movilidad y permanecen la mayor parte del tiempo dormidos o sentados". "Ha ascendido el número de personas que padecen alzheimer pero también ha mejorado la calidad de vida, ya que disponemos de más recursos y la mentalidad de la sociedad está cambiando. Las personas son más conscientes de que, aunque no tenga cura, es una enfermedad que hay que tratar", señala. Además, gracias al gran número de conferencias y talleres que se hacen en muchos lugares, muchos conocen la enfermedad y los tratamientos paliativos existentes, "sobre todo ha cambiado la mentalidad de las personas, en concreto la de las familias afectadas", concluye.

Aragón explica que un paciente de alzheimer necesita trabajar, "no podemos dejarlos en una silla, tenemos que estimularlos y animarlos continuamente, no podemos dejar que se apaguen". Asimismo, aclara que cuando llegan al centro les atiende un psicólogo que mide su capacidad de dependencia, para derivarlos a la fase correspondiente. "Así podemos ocuparnos de forma independiente de las necesidades de cada etapa", apostilla.

Cada día, los usuarios asisten a talleres de estimulación cognitiva donde pintan, cantan, hacen cálculo o llevan a cabo labores domésticas, "les organizamos una rutina diaria en la que planchan, doblan su ropa y cocinan". Así, señala que, aunque el objetivo es que sean lo más autónomos posible, sin llegar a olvidar detalles de la vida cotidiana, no todos obtienen los mismos resultados con las mismas actividades. "Unos se mantienen estables durante años mientras que en otros la enfermedad avanza de forma galopante".

Juani Aragón comenta que los motivos por los que los familiares los trasladan al centro de día son muy diversos. "Algunos carecen de tiempo para dedicarles, puesto que tienen que atender al trabajo, la familia y las tareas cotidianas, para ellos las horas que pasan en el centro supone una gran ayuda y un respiro", indica. "Otros están plenamente involucrados con la enfermedad y hacen todo lo que está en sus manos para que se estabilice". En ese sentido, manifiesta que su trabajo sirve de doble ayuda, "por una parte estabilizamos el deterioro del paciente y por otra damos descanso a la familia que cuida de ellos". Otro de los problemas, aclara la presidenta de La Aurora, es que "a la mayoría de las familias les entristece dejarlos aquí, porque se sienten culpables de no atenderlos por completo, pero el cuidado de estas personas no puede recaer en un solo cuidador". El supuesto que plantean a estas familias es pensar en "quién atenderá al enfermo en el momento que la única persona que se encarga de él no pueda hacerlo".

Fuente: diariodecadiz.es

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