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Un paraguas para el alzhéimer en el rural

Afaco imparte en Betanzos talleres que ayudan a combatir los inicios de demencia y a cubrir la falta de servicios en los pueblos pequeños

Conchi lleva desde hace unos meses a su marido con demencia a los talleres de memoria que organiza Afaco en Betanzos. Sus clases, dice, ayudan a frenar el avance de la enfermedad, cubren las lagunas de servicios en el rural y, al tiempo, dan un respiro a esta mujer cuidadora. "Son las dos horitas que tengo para mí", incide

Los terremotos no avisan. Conchi se quedó helada cuando su marido le preguntó un día de vuelta a casa qué era Santiago al ver la indicación de un desvío hacia la capital de Galicia. "Unos días después le pedí que buscase algo en un cajón, pero él abría la alacena. Yo le decía, '¡Que no hombre, que no!, ¡te digo que en el cajón, en el cajón!', y él venga a mirar en la alacena, hasta que al final me preguntó: '¿Qué es el cajón?".

El neurólogo confirmó unos meses después la evidencia y le puso nombre al seísmo: demencia frontolateral. En unos meses, su marido se vio obligado a traspasar el negocio. Dejó de ser un empresario autónomo de 64 años para convertirse en un "dependiente 24 horas". "Él es consciente de lo que le ocurre, un día me dijo: 'ahora soy como tu niño", relata Conchi, maestra jubilada que nunca imaginó que en su retiro le tocaría dar otro uso al material didáctico.

"Yo que había acabado hasta la coronilla de las fichas de memoria para niños tuve que empezar a hacer esos mismos ejercicios con mi marido", relata con una sonrisa. Y confiesa: "A veces acabo hasta el gorro, me enfado con él, pierdo la paciencia; pero él es tan bueno, ¡es un bendito!... Cada vez habla menos, pero no porque no entienda, es que se le olvidan las palabras. Antes jugábamos a las cartas, al tute o la escoba, pero cada vez le costaba más, no se acordaba, se frustraba y me decía: 'yo nunca jugué a esto' ".

La enfermedad dio un giro de 180 grados en la rutina de este matrimonio tras 44 años de convivencia. La disciplina se impuso para frenar el avance de la enfermedad. Comenzaron los madrugones para asistir los lunes a las clases de gimnasia de mantenimiento, los miércoles a darse un chapuzón en la piscina climatizada de Arzúa y después a los talleres de memoria.

Vilasantar es un pueblo pequeño, de población envejecida y dispersa, y cuesta formar un grupo de mayores que permita ampliar los horarios de los talleres de memoria . "No se apuntaba nadie". En el rural los ingresos de los concellos son pequeños y los servicios, escasos. Mantienen a duras penas la atención a domicilio, pero carecen de un calendario estable de actividades para las personas diagnosticadas con demencia en su fase inicial. "No hay nada", lamenta Conchi.

En su turné por hospitales y clínicas, esta mujer dio con la Asociaciones de Familiares de Enfermos de Alzhéimer de A Coruña (Afaco). Fue una tabla salvavidas. Este colectivo tiene entre sus objetivos aliviar la presión de las familias cuidadoras y realizar programas de estimulación para evitar su aislamiento y la merma de su calidad de vida. Dentro de su programa Red Paraguas Alzhéimer, que promueven la Fundación Barrié y la Federación de Asociaciones Gallegas de Familiares de Enfermos de Alzhéimer (Fagal), el colectivo ha puesto en marcha unos talleres en Betanzos, dirigidos a familias del rural.

La unidad de memoria de Betanzos funciona desde octubre de 2014 y se mantendrá hasta el próximo julio. Las clases son los martes y jueves de 17.00 a 19.00 horas. A los enfermos les ayuda a mantenerse activos, a ejercitar cuerpo y mente. Para los familiares es un respiro. "Son las dos horitas que tengo para mí, para ir a la peluquería, hacer la compra o tomar un café con mis amigas". Nerea Rey y Silvia Penide son las encargadas de impartir las clases y de reunirse periódicamente con las familias de los enfermos.

"Ha tenido muy buena acogida. La mayor parte de los participantes son de Betanzos, pero también vienen de Guísamo, Carral o Vilasantar", explica Nerea, que admite la falta de estos servicios en el área de betanceira se nota: "Son personas que presentan los síntomas iniciales de la enfermedad, no están en el momento de entrar en la residencia y faltan recursos para esta fase", explica.

En los talleres se aplican tratamientos no farmacológicos: lectura de periódicos, atención y cálculo, psicomotricidad, habilidades sociales, conversación. El grupo está formado por ocho mujeres y cuatro hombres, de 65 años en adelante. "Son conscientes, pero a veces se frustran porque no son capaces de recordar lo que les acabas de decir".

En las antiguas escuelas García Naveira se despliega cuatro horas a la semana ese paraguas para protegerse o, al menos, soportar mejor el chaparrón del alzhéimer. Los asistentes debaten sobre actualidad, desde la imputación a la infanta Cristina o a las nuevas rutas de senderismo por Betanzos. Hacen cálculos y rescatan sus recuerdos con ayuda de la música. Sus familiares les esperan a la salida. Todos coinciden en la necesidad de este tipo de actividades. "A él le ayuda a estar activo, está entretenido y yo tengo un ratito para mi", resume Conchi.

Fuente: laopinioncoruna.es

Con la colaboración de