Carmen Adela Filgueira volvió ayer al centro de día. La pandemia la obligó a quedarse en casa 114 días después de que Alzheimer la encerrase en sí misma hace casi una década. Llegó de la mano de su hija María del Pilar y la rutina de los últimos cinco años ya no la recordaba. «No reconoció el centro», explica su hija, que asegura que estos meses han sido demasiado duros, especialmente los últimos cuando tuvo que reincorporarse al trabajo. «Tengo un negocio de hostelería y en junio empecé a trabajar y tuve que traerme a mi madre conmigo, en casa no se puede quedar sola, no está en condiciones para eso», explica María del Pilar Filgueira, que este miércoles estaba tranquila al ver que su madre puede poco a poco recuperar la rutina.
Y ella también. Por las tardes cuenta con la ayuda de una cuidadora que atiende a su madre mientras ella trabaja, «pero no puedo permitirme tener a una persona en casa todo el día». Así que cuando tocó volver a su negocio, la acompañaba su madre con lo que eso suponía para ambas. «Es una tensión, no solo por los tiempos difíciles que estamos viviendo, ella está allí ausente, no sabes si se va a orinar o necesita que la suenes», comenta la hija, que reconoce que durante estos meses ha vivido una yincana de emociones: «Había días de bajón y otros que estás mejor».
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